¿Con qué parte me quedo?

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Por Clara Olivares

Es evidente que todas las personas poseemos diferentes facetas. No somos unidimensionales.

Y también es cierto que, por lo general, solemos mostrar sólo una de ellas a la gente que nos rodea. No obstante, a todo el mundo no le ofrecemos la misma cara. Y no todos los individuos nos perciben de la misma forma.

Puede que ante una persona equis saquemos la faceta divertida, ante otra, la intelectual y ante otra la humana.

Pero a pesar de ello, siempre hay una que sobresale más que otras.

Sin embargo, existen individuos que son incapaces de ver todo lo que es una persona o bien, se dejan influír por el discurso de otra, y, al final, sólo ven una única faceta de ésta.

Por eso planteo la pregunta ¿con cuál me quedo?

¿Qué es lo que me impide en este momento ver más de una sola faceta de esa persona?

Podría ser por resentimiento o, simplemente, porque se pueda sentir amenazada por el entorno si lo hace.

Es decir, si se atreve a mirar más allá y ve facetas que son más agradables, o que le conmueven, tendría que modificar la idea que tiene sobre esa persona.

Y, a veces, puede resultar más cómoda la postura de quedarse inmóvil o, en ocasiones, le permite evitar discusiones con otros si muestra otras facetas de esa persona.

Podríamos hacer el ejercicio de repasar las percepciones que tenemos sobre nuestros amigos, parejas y familiares.

¿Los estoy tachando de mi lista? ¿Soy capaz de ver todas sus facetas?

Todos tenemos facetas odiosas, agradables, pesadas, etc.

De todas ellas, ¿con cuál me quedo?

Al final, todo se reduce al hecho de que puedo o no puedo ver más allá.

Por eso recalco la idea de la libertad de escoger. Todos tenemos esa opción, pero, ¿la utilizamos?

Si, es cierto que ciertas personas poseen facetas espinosas o, que van en contra de nuestra manera de ver la vida.

Pero, ¿vale la pena quedarnos sólo con eso?

¿Y si intentáramos ampliar el espectro?

Nadie es totalmente odioso o totalmente adorable, existen los matices.

Y vuelvo al mismo punto: ¿con cuál me quedo?

No olvidemos que los seres humanos somos animales de costumbres. ¿Para qué molestarme en indagar más allá?

Créanme que vale la pena hacerlo. Nos llevaremos muchas sorpresas al hacerlo. Os animo a ello!

En mi próximo artículo hablaré sobre la personalidad viciosa.

(Imagen: www.desmotivacion.es)

La susceptabilidad

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Por Clara Olivares

 Para quienes son susceptibles en extremo, la vida, y en especial, la convivencia con el otro, puede resultarles en algunos momentos difícil. ¡Y ni que decir para los que viven con ellos!

Hay que extremar el cuidado en el momento de decirles algo, ya que se teme que lo dicho les ofenda y, en consecuencia se enfaden.

¿Qué caracteriza a estas personas? El rasgo más evidente es, por supuesto, que son muy fáciles de ofender.

Suelen ser personas frágiles emocionalmente y por lo general, con una baja autoestima.

Necesitan la atención del otro y la suelen buscar constantemente de manera inconsciente, están convencidos de que el mundo habla de ellos en todo momento.

Su falta de seguridad hace que sean muy exigentes con ellos mismos.

No es fácil que reconozcan sus errores y sus fallos.

Cuando les hacen halagos, los ignoran, y suelen desconfiar de quienes los hacen.

Por lo general, su capacidad de escucha no está muy desarrollada.

Buscan la aprobación de los demás con cada una de sus actuaciones. La necesitan de forma desesperada.

La aprobación deseada es una necesidad vital, pero lo triste es que por muchas veces que los aprueben y les hagan saber que son valiosos, nunca es suficiente porque no terminan de creérselo. Sólo en la medida en que vayan reforzando su autoestima esta necesidad se irá atenuando, hasta desaparecer.

Este tipo de personalidades se forjan en el seno de familias cuya educación es muy estricta o muy laxa, en donde no se suelen premiar las cosas positivas, y, en cambio se castigan con dureza los errores.

Esta particularidad hace que se sientan cuestionadas en todo momento.

Todo ésto favorece el hecho de que les resulte muy difícil relajarse y disfrutar.

La susceptibilidad está íntimamente ligada a una baja autoestima.

Es deseable que este tipo de personas inicien un trabajo personal en el cuál aprendan a desarrollar varias estrategias que les ayudarán a ser menos susceptibles, como por ejemplo:

  • Reducir la autocrítica y la auto-exigencia. En la medida en que lo vayan consiguiendo se volverán más humanos y esto les hará más tolerantes (con ellos y con los otros).
  • En consecuencia, estarán en capacidad de reducir su nivel de perfeccionismo. Es importante que comiencen a apreciar la diferencia que existe entre “hacer las cosas lo mejor que uno puede” y “hacerlas perfectas”. Es más, la perfección no existe.
  • Fomentar el auto-conocimiento: aprender que todos tenemos cualidades y defectos. Y a los dos hay que tratarlos con respeto.
  • En la medida en que su autoestima aumente, su susceptibilidad disminuirá.

No hay que olvidar jamás que este aprendizaje es un proceso, sólo se aprecian sus beneficios con el tiempo. Si no se contempla desde esta perspectiva es difícil que se consigan resultados.

En mi próximo artículo hablaré sobre una pregunta que nos podríamos hacer: ¿soy yo una persona vaga?

(Imagen: www.placasrojas.tv)

 

El sarcasmo

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Por Clara Olivares

Un sarcasmo es una burla pesada, una ironía mordaz, un comentario hiriente que ofende o maltrata. …El sarcasmo, en este sentido, es una especie de ironía amarga, humillante y provocadora que, a veces, raya en el insulto. A menudo, un comentario sarcástico puede resultar cruel al punto de ofender y afectar al destinatario.

El sarcasmo sirve para menospreciar, poner en ridículo, manifestar desagrado  y despreciar a una determinada persona o cosa de manera directa o indirecta.

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O como reza el dicho popular: “tira la piedra y esconde la mano”.

No todas las personas usan el sarcasmo para expresar su rabia, quiero focalizar la atención en las personalidades narcisistas que lo suelen utilizar con frecuencia.

Por medio del sarcasmo el narcisista encubre su agresividad. La disfraza para que no parezca un ataque pero lo que busca es dañar a la otra persona.

Es un mecanismo odioso y agresivo. Ataca verbalmente y cuando el otro reacciona suele decir: “¡por qué te molestas si era una broma!”. Pero de broma no tiene nada…

El mensaje que se transmite a través del sarcasmo es que, el que lo utiliza, está enfadado/a pero es incapaz de decirlo abiertamente.

¿Por qué? Porque están muy preocupados/as en mantener una imagen impoluta de cara al exterior. Tienen de sí mismos una idea idealizada y temen profundamente que ésta se vea en entredicho.

Son personas que no se gustan a sí mismas y lo que hacen es proyectar en el otro su malestar.

Por eso, cuando ven que la imagen que han buscado mostrar en el exterior se ve amenazada, se encolerizan. Así, a través del sarcasmo, le roba al otro su autoestima, su valor como persona. Lo que pretende es destruirle, está muy enfadado/a y ataca.

Este tipo de personalidades buscan ser el centro de atención, y, cuando no es así, se aburren. Las hay que llegan a dormirse, por ejemplo, y no porque estén cansadas, evidentemente!

No se distinguen por ser empáticos. No creo que sean capaces de ponerse en los zapatos de otro por un instante. Al hacerlo, dejarían de ser el centro y, esa alternativa está fuera de discusión.

Con el sarcasmo ponen de relieve otra de sus características: la cobardía.

Son incapaces de enfrentar nada. Huyen e intentan que sea otro el que ponga la cara por él/ella.

Por lo general se mueven entre dos extremos: todo o nada. Conmigo o contra mí, amor/odio, blanco o negro. No existe el término medio, la maravillosa gama de los grises no existe para ellos. Poseen una deficiente capacidad para equilibrar sus sentimientos y calmarlos.

No hay que confundirlo con la ironía.

– Burla sutil y disimulada:
“hablaba con ironía cuando dijo que mi trabajo era muy interesante”.

– Tono burlón con que se dice.

– Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se expresa.

– Lo que sucede de forma inesperada y parece una burla del destino:
“ironías de la vida, decía que no se casaría nunca y ya lleva tres divorcios”

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La gran diferencia entre ellas es que con la ironía no se persigue dañar ni menospreciar al otro. Al contrario, es una forma elegante de hacerle ver a alguien aquello que éste no puede ver, por ejemplo.

Por eso la definición con la que encabezo este artículo habla de una “ironía mordaz”, es decir, se trata de una ironía que está envenenada.

En mi próximo artículo hablaré sobre la susceptibilidad.

(Imagen: www.taringa.net)

La tolerancia a la frustración

 

noticias.universia.cl

Por Clara Olivares

La frustración es una respuesta emocional común a la oposición,  relacionada con la ira y la decepción,  que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual. Cuanto mayor es la obstrucción y la voluntad, mayor también será probablemente la frustración. La causa de la frustración puede ser interna o externa.

En las personas, la frustración interna puede surgir del conflicto y también puede ser una fuente interna de la frustración, cuando uno tiene objetivos contrapuestos que interfieran unos con otros, puede crear una disonancia cognitiva. Las causas externas de la frustración implican condiciones fuera de un individuo, como un camino bloqueado o una tarea difícil. Mientras que hacer frente a la frustración, algunas personas pueden participar en el comportamiento pasivo-agresivo, lo que hace difícil identificar las causas originales de su frustración, ya que las respuestas son indirectas. Una respuesta más directa, y común, es una propensión a la agresión.

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Como bien dice esta definición, la frustración aparece cuando nuestros deseos no se ven realizados, en otras palabras, cuando no se ve realizada nuestra propia voluntad.

Esta obstrucción genera rabia, aunque no en todos los casos se reacciona de la misma manera. La decepción me parece una reacción más sana.

Me explico: la rabia produce una descarga de adrenalina que no está favoreciendo la acción, al contrario, ese “chute” se revierte hacia nosotros mismos, y, lo único que provoca es mucho malestar.

El ritmo cardiaco se acelera y la presión sanguínea aumenta. No me extraña que a los enfermos del corazón se les ordene evitar situaciones en las que se puedan enfadar.

Este enfado en muchas especies se expresa a través de la expresión facial, el lenguaje corporal, la emisión de sonidos, mostrar los dientes o mirarse fijamente.

Recuerdo a alguien que cada vez que la misma persona le hacía fotos, literalmente “asesinaba” la cámara.

La respuesta natural ante una amenaza es el ataque o la huida. ¿Pero qué pasa cuando esa amenaza no es real?

Me refiero al caso al que he citado más arriba, ¿era ésta una amenaza¿ o ¿era vivida por esa persona como tal?

Ante este sentimiento de rabia y de decepción, ¿cómo reaccionamos?

Desafortunadamente, la educación que actualmente los padres dan a sus hijos (por lo menos en España) aboga por que los niños y los adolescentes vean satisfechas sus demandas de forma inmediata.

No se educa para que el sujeto vaya desarrollando un “umbral de frustración” sano y muy necesario para enfrentar la vida.

Estas personas crecen convencidas de que pueden satisfacer TODAS sus necesidades y expectativas de inmediato.

Nada mas alejado de la realidad.

La vida es un encadenamiento de frustraciones, que, si no sabemos encajarlas bien, nos lo harán pasar muy mal.

Si a una persona no le enseñan desde pequeña a manejar adecuadamente su frustración, saldrá al mundo exterior desnuda, sin armas para poder enfrentar los avatares de la vida.

El resultado puede ser el de criar a un tirano o el de crear un ser completamente desarmado y frágil que al menor embate de la realidad se derrumbe.

También nos podemos encontrar con personas amargadas y malhumoradas que siempre están enfadadas y que se muestran irritables y resentidas.

Sería interesante analizar las sociedades para poder observar como han sido educadas las diferentes poblaciones.

Recordemos que cuando la frustración es muy grande, la agresividad aumenta, inconscientemente, por supuesto.

Es una realidad que existen sociedades en que la situación social está tan desequilibrada que, precisamente ese desequilibrio es el que causa un mayor resentimiento.

Pero volvamos al individuo. Cuando éste adolece de unas expectativas internas que chocan con su realidad, poniendo en evidencia un desfase abrumador, generalmente en donde el sujeto no sale favorecido, y si además, no es consciente de ello, lo más seguro es que cargue con su ira sobre diferentes objetivos en el mundo exterior.

Charlando sobre el tema con varias colegas, éstas estaban asombradas al constatar cómo sujetos alrededor de los 30’s poseían un umbral a la frustración penosamente bajo.

¿Qué nos está mostrando este fenómeno? Tristemente, que es poco halagüeño.

Como digo más arriba, la vida es frustración (y deleite, por supuesto), pero sino sabemos encajar esta última, ¿cómo sobreviviremos sin convertirnos es seres frágiles e insoportables?

En mi próximo artículo hablaré sobre el desorden.

(Imagen:www.noticias.universa.cl)

 

Todo lo que encierra un simple gesto

www.tripeord.com

Por Clara Olivares

Como muestra esta imagen, el gesto que tiene el hombre al ofrecerle un calzado a la mujer que está descalza, habla por sí mismo.

No sabemos si ella lo aceptará o no. Lo que me parece interesante de la imagen es su elocuencia.

Muchas veces nos hemos visto en una situación en la que alguien tiene un gesto similar con nosotros y, por diversas razones, lo hemos rechazado.

Nos sorprendería descubrir que ese gesto estaba lleno de cariño y de buenas intenciones y que esa persona no pretendía en ningún momento fastidiarnos, todo lo contrario.

Solemos rechazar esa propuesta o esa sugerencia, generalmente por nuestra incapacidad de ver más allá.

Nos quedamos enredados en corroborar si aquello que nos brindan es lo que queremos, o, lo que deseamos, o, si estamos de acuerdo o no, o si va en contra de nuestras creencias.

Y con esta actitud somos incapaces de traspasar la superficie y ver lo que hay detrás del gesto.

Nuestra ceguera nos impide ahondar en el gesto que ese alguien tuvo para con nosotros.

Al hacerlo, situamos inconscientemente el centro de atención en nosotros mismos y, de esta forma nos olvidamos de la otra persona.

Es más, llegamos a ser incapaces de pensar en cómo se ha quedado esa persona con nuestro rechazo: me atrevería a decir que básicamente triste.

Aunque no se lo dijéramos diréctamente, le hemos transmitido nuestra negativa.

Seguramente nos sucede lo mismo en otros ámbitos.

No sé si es una cuestión de un solipsismo exacerbado, es decir, la creencia de que todo gira a nuestro alrededor.

Esta actitud la observaremos más claramente en los niños y en los adolescentes (aunque de forma cada vez más frecuente, la vemos en muchos adultos inmaduros).

La pregunta pertinente que deberíamos plantearnos es ¿y por qué me ofendo?

Seguramente porque con ese gesto me he sentido atacado.

Valdría la pena ahondar en ese sentimiento: ¿qué hace que el gesto generoso y desinteresado de otro yo lo recibamos como un ataque?

Probablemente, en el fondo, nos hemos sentido cuestionados.

Cuando caemos en un funcionamiento radical en donde no admitimos un cuestionamiento, algo en nosotros no está funcionando bien.

Cuando nos posicionamos en ese extremo ante cualquier tema, ocupamos un lugar que nos hace ser excesivamente rígidos.

¿Por qué necesitamos aferrarnos a esa postura radical?

¿Miedo quizás?

Cuando adoptamos una postura rígida, valdría la pena preguntarnos qué es lo que nos lleva a ocupar ese lugar.

¿Quizás es eso a lo único a lo que podemos agarrarnos para sentirnos seguros? ¿Es la única forma de sentirnos confirmados en nuestras creencias?

Sin duda, hay momentos de nuestra vida en los que necesitamos aferrarnos a algo para poder sobrevivir.

Pero, una vez pasado el momento álgido, ¿qué hace que sigamos en ese lugar de una rigidez extrema?

Como refleja la sabiduría popular: un objeto que sea muy rígido si se cae se rompe. Lo mismo nos puede suceder a nosotros!

Intentemos echar una mirada a nuestras reacciones para detectar ante cual de ellas nos ponemos muy rígidos: la clave radicaría en determinar los temas en los que no admitimos un cuestionamiento.

Si después de revisar nuestras actitudes encontramos algunas en las que el cuestionamiento no tiene cabida, vale la pena ahondar en ellas.

Como diría Platón: «Conócete a tí mismo».

Lo importante es comenzar a conocerse, este es un camino que jamás va a estar recorrido por completo, ya que éste acaba con la muerte.

¡Opino que siempre vale la pena iniciarlo!

En mi próximo artículo hablaré sobre la necesidad de confirmación.

(Imagen: www.tripeord.com)

Los secretos

elblogderamon.com

 

Por Clara Olivares

¡Qué difícil resulta cargar con un secreto!

Lo que es cierto es que todos tenemos uno o varios. Los hay inconfesables y los hay menos graves.

El punto importante a tener en cuenta es la implicación que tendría para otras personas el hecho de que éste se conociera.

Y el drama es precisamente ese porque siempre afecta a otrospor esa razón es un secreto.

Resulta primordial que no se sepa.

Cuántas películas se han hecho y cuántos libros se han escrito teniendo este tema como argumento.

Los secretos son algo oculto.

Y lo está, porque sino fuera de esa manera afectaría relaciones, familias, empresas, etc.

El secreto es excluyente por el hecho mismo de serlo. Así, se crean dos grupos excluyentes entre sí: los que lo conocen y los que no.

¿Cómo determinamos el punto que separa a los dos grupos?

Podría entrar en una disgregación inacabable sobre este punto, pero mi objetivo no es ese.

Pienso que la clave radica en calibrar muy bien las consecuencias que acarrearía desvelarlo.

Muchos chantajes se han hecho amenazando con hacer pública una información.

Pero, a veces, no es necesario llegar hasta esos extremos.

Compartimos un secreto con otro cuando confiamos en esa persona. Le damos un voto de confianza que esperamos, sepa corresponder con la misma moneda.

Pero, en ocasiones no resulta ser así. Cierto es que cuando confiamos un secreto estamos involucrando a esa persona en el grupo que lo separa de «los que no lo conocen», y, además, le cargamos con un peso al no poder revelarlo.

Porque si fuera de dominio público no sería un secreto, evidentemente.

Cuando contamos un secreto que nos habían confiado estaríamos traicionando la confianza que ese alguien depositó en nosotros. Algo que pertenecía a lo privado lo hemos convertido en público.

Muchas veces confiamos en alguien que creemos que merece nuestra confianza y, no es verdad. Porque hay personas que son incapaces de guardar un secreto, o, simplemente en su cabeza no tienen establecida la frontera que marca los límites entre lo privado y lo público.

No tienen interiorizada la noción de límite. Es como si al contar las intimidades de otra persona se valorizaran ante los ojos de quienes les escuchan.

Sus necesidades de reconocimiento, valoración y de inclusión son tan grandes que no se paran a pensar si lo que están contando es correcto o no lo es.

Quizás crean que es algo banal y por eso lo cuentan. Pero lo peligroso de esa actuación es que no piensan en ningún momento si para quien les confió el secreto no era algo banal.

La falta de consciencia de esos límites es muy dañina.

Existe la creencia tácita de que hay cosas que no se cuentan fuera de los entornos íntimos como son la pareja, la familia y la amistad.

Pero desafortunadamente hay personas que cuentan todo lo que sucede en cualquier entorno. No son capaces de discernir entre qué se puede contar y qué no.

O, también es cierto que quienes son conscientes de que les resulta imposible guardar un secreto optan por advertírselo a sus allegados. Detalle que es de agradecer.

Para terminar cito a William Le Pen: «Es sabio no hablar de un secreto; y honesto no mencionarlo siquiera.»

En mi próximo artículo hablaré sobre las relaciones virtuales.

 

(Imagen: elblogderamon.com )

 

El carácter

Por Clara Olivares

Este tema me ha hecho recordar las clases que dictaba mi madre (1924 – 1983), así que este artículo se lo dedico a ella.

Es importante establecer la diferencia entre el temperamento y el carácter. El primero hace referencia a las características psicológicas con que nacemos (innato) y el carácter es el resultado que se produce con el contacto con el medio social, la familia y el entorno (adquirido).

El carácter se va moldeando a lo largo de la vida. Cuando somos niños manifestamos nuestro temperamento en estado puro, así, de pequeños mostramos claramente cómo somos, cuáles son las características de nuestro modo de ser.

El carácter es la impronta que deja la experiencia, en otras palabras, el proceso de socialización moldea y educa el temperamento.

El carácter no sólo hace referencia a los aspectos psicológicos de un individuo, también se refiere a la «… señal o marca que se imprime, pinta o esculpe en algo, o, al signo de escritura o de imprenta, o, a la marca o hierro con que los animales de un rebaño se distinguen de los de otro. En resumen, el carácter habla del conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás».

De acuerdo a la escuela francesa iniciada por Heymans y continuada por Le Senne, el temperamento parte de tres propiedades: emotividad, actividad y resonancia.

Así, una persona puede ser emotiva/no emotiva, activa/no activa y primaria/secundaria.

(Si deseas conocer cuál es tu temperamento, visita en siguiente enlace: http://los4temperamentos.blogspot.com.es/2012/09/test-para-descubrir-tu-temperamento.html)

La emotividad se definiría como la conmoción que producen los acontecimientos de la vida diaria en el individuo.

Todas las personas poseen la capacidad de conmoverse, pero se llamará emotivo a aquellos que se conmueven más fácilmente que la mayoría de las personas. La emotividad se reconoce por la intensidad de la respuesta emocional ante un acontecimiento cualquiera.

Son rasgos típicos del emotivo el humor variable, la excitabilidad, la inquietud, la impresionabilidad y la tendencia a exagerar.

La actividad no es el movimiento continuo de las personas nerviosas o impulsivas. El activo tiene una necesidad espontánea de actuar, se siente empujado hacia la acción. Esta propiedad se reconoce observando a las personas por la forma en que reaccionan ante un obstáculo.

El no activo duda, retrocede, se desanima y con frecuencia abandona.  En cambio, para el activo el obstáculo se convierte en un refuerzo de la acción, en un reto.

Los rasgos típicos de una persona activa serían: centrarse rápidamente en el trabajo, ser decidida, perseverante y que no aplaza las tareas para después.

La resonancia, como su nombre lo indica, es el eco o la repercusión que las impresiones tienen sobre el ánimo de cada persona. Si las impresiones tienen efecto sobre la conducta en el instante en que aparece la emoción, la resonancia es primaria. En cambio, si las impresiones influyen en un momento posterior a la emoción, la resonancia es secundaria.

 Es como si de un tambor se tratara. El tiempo que transcurre entre el golpe y la producción del sonido (resonancia) puede ser inmediata (primaria) o tardar un lapso de tiempo en sonar (secundaria).

Los primarios, por ejemplo, suelen reaccionar de forma rápida y contundente ante las ofensas que reciben, pero pronto se olvidan de ellas. Por el contrario, los secundarios tardan más en reaccionar, pero les cuesta mucho más tiempo olvidar el disgusto.

El primario vive el presente y le gusta el cambio, ello favorece la capacidad de soltura, la rapidez de reacción y el entusiasmo. Actúa frecuentemente de forma dispersa y superficial. 

El secundario vive en el pasado, está aferrado a sus recuerdos y principios y con frecuencia es prisionero de sus rutinas y prejuicios. Todo ello facilita la reflexión, el orden, la sistematización, la perseverancia y la coherencia mental.

(Si deseas conocer cuál es tu temperamento, visita en siguiente enlace: http://los4temperamentos.blogspot.com.es/2012/09/test-para-descubrir-tu-temperamento.html)

La combinación de estos tres elementos dan origen a ocho tipos de temperamentos:

Emotivo, activo, primario E, A, P Colérico
Emotivo, activo, secundario E, A, S Apasionado
No emotivo, Activo, primario nE, A, P Sanguíneo
No emotivo, Activo, secundario nE, A, S Flemático
Emotivo, No activo, primario E, nA, P Nervioso
Emotivo, No activo, secundario E, nA, S Sentimental
No emotivo, No activo, primario nE, nA, P Amorfo
No emotivo, No activo, secundario nE, nA, S Apátic0

 

Temperamento

Características

Colérico Es cálido, rápido, activo, práctico, voluntarioso, autosuficiente y muy independiente.Tiende a ser decidido y de firmes opiniones, tanto para él mismo como para otras personas, y tiende a tratar de imponerlas.Es extrovertido, no hasta el punto del sanguíneo.Generalmente, prefiere la actividad.No necesita ser estimulado por su ambiente, sino que más bien lo estimula él con sus inacabables ideas, planes, metas y ambiciones.
 

Apasionado

Son dueños de una gran memoria e imaginación, así como de una capacidad innata para el trabajo.Suelen implicarse en las causas perdidas y les interesa aprender, son sumamente metódicos cuando lo hacen.
Sanguíneo Son cálidos, están satisfechos, vivaces y que disfrutan de la vida.·Es receptivo por naturaleza, las impresiones externas encuentran fácil entrada en su interior en donde provocan un alud de respuestas.Tiende a tomar decisiones basándose en los sentimientos más que en la reflexión.Es tan comunicativo que, es considerado un súper extrovertido.Tiene una capacidad insólita para disfrutar y por lo general contagia a los demás su espíritu que es amante de la diversión.
   

Flemático

Es calmado, tranquilo de los que nunca se descompone. Su punto de ebullición es tan elevado que casi nunca se enfada.·Son personas muy capaces y equilibradas, fáciles de tratar y es por esta característica de su naturaleza es el más agradable de los temperamentos.Es frío y se toma su tiempo para tomar sus decisiones.Prefiere vivir una existencia feliz, placentera y sin estridencias hasta el punto que llega a involucrarse en la vida lo menos que puede.
 Nervioso Cambian constantemente sus intereses, se entusiasman fácilmente con cosas nuevas pero nada consigue atraerlos lo suficiente.No tienen orden ni disciplina en su vida. Suelen ser de voluntad débil, sociables y cariñosos.
    

Sentimental

Es el más rico y complejo de todos los temperamentos.·Suele producir tipos analíticos, abnegados, dotados y perfeccionistas.·Es de una naturaleza emocional muy sensible, predispuesta a veces a deprimirse.Es el que consigue más disfrute de las artes.Es propenso a la introversión, pero debido al predominio de sus sentimientos, puede adquirir toda una variedad de talantes.
 Amorfo Suelen ser personas perezosas, poco originales y despilfarradoras.No les gusta prevenir, son impuntuales y nada las entusiasma.
  Apático Viven encerradas en sí mismas, son melancólicas, testarudas y perezosas.Les gusta la rutina y se muestran indiferentes frente a lo que las rodea.Son apáticas y poco interesadas en realizar cosas nuevas.

 (Fuente: http://www.monografias.com/trabajos75/temperamentos-sanguineo-flematico-melancolico-colerico/temperamentos-sanguineo-flematico-melancolico-colerico2.shtml#ixzz3XHC164DG)

Como digo más arriba el carácter muta a lo largo de la vida. Son infinitos los factores que intervienen en su resultado: puede que en un momento de nuestra vida manifestemos un tipo de carácter y que éste se modifique cuando cambian las circunstancias personales y las características del entorno que nos rodea.

 Ésto no quiere decir en ningún momento que el temperamento que tenemos desaparezca y sea suplantado por otro.

La base de nuestro ser permanece, lo que sucede es que siempre éste es susceptible de modificarse. No es algo rígido e inamovible, al contrario, es maleable.

El carácter sufre mutaciones a lo largo de nuestra vida.

Las características de nuestro temperamento se educan y se moldean. La madurez permite que nuestro carácter vaya modificándose siempre.

Por esa razón, cuando realizamos el test que menciono antes, puede que tengamos 2 respuestas para algunos de los ítems: la primera correspondería al temperamento que tenemos y la segunda al temperamento que hemos ido educando.

Por ejemplo: si se es una persona muy emotiva que explota inmediatamente, puede haber educado esa característica y puede haber aprendido a medir su reacción.

Como lo he dicho en otras ocasiones, es como si domesticáramos a un caballo salvaje: lo podemos hacer por las malas o por las buenas, recomiendo aplicar la segunda opción.

No obstante, puede que en nuestra infancia y adolescencia nos hayan domado por la fuerza. En estos casos, al igual que el caballo, nos hemos encabritado.

No siempre las familias aceptan que sus miembros gocen de una libertad de ser y de expresar lo que realmente son. Puede que esa diferencia se viva como una amenaza para la homeostasis del grupo, y, consecuentemente, se reprima o se anule.

Pero, afortunadamente, aunque éste haya sido el caso, la vida por lo general nos brinda la oportunidad de reconciliarnos.

El carácter es lo que nos diferencia de los otros, lo que nos hace únicos, en otras palabras, es lo que nos confiere identidad, ni más ni menos.

En mi próximo artículo hablaré sobre los diferentes caracteres en el amor.

Os invito a visitar el nuevo apartado de «Grupos de Apoyo».

 (Imagen: www.induopsicologia.com )

Los prejuicios

protestantedigital.com

Por Clara Olivares

 

«Juicio u opinión, generalmente negativo, que se forma inmotivadamente de antemano y sin el conocimiento necesario».

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Me atrevería a decir que no creo que exista una persona que no albergue un prejuicio, por pequeño que éste sea.

Como todos sabemos, los grupos humanos están conformados por individuos, sean asociaciones, amigos, clubes, etc. Estos grupos en ocasiones constituyen una fuente de prejuicios.

Quizás el grupo con más influencia en la creación de prejuicios sea la familia.

Ésto no quiere decir que dichos prejuicios carezcan de una base: la vivencia de alguna experiencia nefasta, como la discriminación o la violencia, por ejemplo, pueden ser el origen de éstos.

El problema surge cuando termina transmitiéndose de generación en generación, llegando muchas veces a olvidarse cuál fué su orígen y las razones y circunstancias que los generaron.

Estoy convencida de que el prejuicio se forma por un motivo. Como señalo más arriba, creo que en general los prejuicios tienen un origen.

El miedo y la ignorancia los alimentan.

Miedo ante lo desconocido o ante aquello que es diferente. E ignorancia ya que, o bien, no nos molestamos en averiguar de dónde proviene, o bien, el miedo nos paraliza impidiendo que veamos más allá de nuestras narices.

Los prejuicios por lo general tienen un componente negativo, pero también los hay con una connotación positiva, como «todo aquello que provenga de... siempre es bueno«. Por poner un ejemplo.

En este aspecto, la educación recibida influye notablemente. Quizás hemos crecido escuchando que tal o cual comportamiento es inapropiado, o, que las personas que tienen equis color de piel son peligrosas, o, que tal grupo busca nuestra ruina, etc. O, todo lo contrario, el espectro es bastante amplio.

El poder que tiene un grupo de pertenencia (aquellos que nos dan identidad) es enorme, y la familia en este caso es poderosa.

Me atrevería a afirmar que algunos de nuestro prejuicios, buenos y malos, son heredados. Nos los transmitieron y los acatamos sin rechistar.

Seguramente, sólo en la medida en que maduramos los podemos cuestionar.

Basta con observar a un niño pequeño, éste carece de prejuicios. Tiene una mirada abierta y sin juicios de valor sobre el mundo.

Por norma general, no percibe al otro como amenazante. A no ser que exista una razón que su instinto percibe rápidamente y despierta las alarmas.

En numerosas ocasiones la razón nos juega malas pasadas, incluso cuando disponemos de pruebas palpables de lo contrario. Seguimos aferrados a nuestra creencia haciendo caso omiso de lo que nuestro instinto nos alerta.

Optamos por seguir aquello que nos dicta la razón. ¿Porqué?

Quizás si hacemos caso a las pruebas nuestro mundo se derrumba, o, si mostráramos ante el entorno que hemos estado equivocados es algo inasumible, o, seremos marginados por el grupo, etc.

¿Qué es lo que nos impulsa a «no bajarnos del burro»?

Valdría la pena que hiciéramos una revisión de nuestros prejuicios y preguntémonos si merece la pena seguir aferrados a ellos.

Permitamos que la duda entre y nos haga cuestionarnos las premisas que damos por verdades inamovibles.

¿De dónde vienen? ¿Dónde los aprendí? ¿Quién lo dice?

En mi próximo artículo hablaré sobre la pereza.

(Imagen: protestantedigital.com)

Resiliencia

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Por Clara Olivares

«La resiliencia es la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por éstos…»

Wikipedia

 Según los expertos, todos los seres humamos nacemos con esta capacidad, aunque no todos la desarrollan.

¿Por qué?

Me atrevería a decir que tiene que ver con las dificultades a las que cada persona ha tenido que enfrentarse en su vida.

Como reza el dicho: «lo que no te mata, te hace más fuerte».

He observado que aquellos que han tenido existencias difíciles ya sea física, emocional o económicamente suelen poseer una actitud diferente hacia la vida.

O bien están amargados, o bien desarrollan esa capacidad innata de la resiliencia. No obstante, estoy convencida de que convertirse en alguien amargad@, es una decisión que se toma consciente o inconscientemente en un momento de la vida.

La resiliencia no se debe comparar con una actitud pesimista u optimista. «Ver el vaso medio lleno o medio vacío», ayuda pero no es suficiente. La resiliencia es más que eso.

Significa pasar a la acción, avalar con nuestros actos nuestra forma de enfrentar la existencia.

Hay quienes tienen una existencia «tranquila» y otros que no la tienen.

«La resiliencia es la entereza más allá de la resistencia». No es simplemente resistir un período difícil, como digo más arriba, es demostrar con los hechos nuestra actitud. Es enfrentarse a la vida manteniendo la convicción de que se va a salir adelante, aunque la realidad te esté mostrando lo contrario.

No siempre se es consciente de la propia resiliencia, éstas personas consideran que esa es la forma natural de reaccionar ante las situaciones adversas.

Para alguien que siempre ha actuado así, resulta sorprendente la admiración que su propia actitud despierta en otros.

Es más, las dificultades y los obstáculos suponen un reto para ellas. Pareciera que éstos las aguijonearan y que recurrieran a toda su creatividad para sortearlos.

 Existe una certeza de que lograrán atravesar ese bache en el camino. Y lo cierto es que así lo hacen.

Los expertos apuntan una serie de características que poseen las personas que desarrollan su capacidad de resiliencia.

Éstas serían:

  • Sentido de la autoestima fuerte y flexible
  • Independencia de pensamiento y de acción
  • Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás
  • Alto grado de disciplina y de sentido de la responsabilidad
  • Reconocimiento y desarrollo de sus propias capacidades
  • Una mente abierta y receptiva a nuevas ideas
  • Una disposición para soñar
  • Gran variedad de intereses
  • Un refinado sentido del humor
  • La percepción de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás
  • Capacidad para comunicar estos sentimientos y de manera adecuada
  • Una gran tolerancia al sufrimiento
  • Capacidad de concentración
  • Las experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza
  • Capacidad de afrontamiento
  • La existencia de un propósito significativo en la vida
  • La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor
  • La creencia de que uno puede aprender con sus experiencias, sean éstas positivas o negativas

Desarrollar la propia capacidad de resiliencia permite tener la sensación de un control sobre aquello que podemos controlar y de una aceptación de lo que se escapa a nuestro control.

Ya lo he dicho en otros artículos, aceptar la realidad que nos brinda la vida es un síntoma de sanidad mental.

Una aceptación que jamás debe confundirse con la resignación. Ésta significaría «bajar los brazos» y dejar de luchar.

Quienes han sido personas resilientes siempre hallan el aprendizaje que la situación a la que se han visto sometidas les ha ofrecido.

Os pregunto: ¿Cómo os enfrentáis a los avatares de la vida?

Probablemente no como quisiérais ni como deberíais, sino simplemente como podéis.

En mi próximo artículo hablaré sobre las compulsiones.

(Imagen: www.adeccorientacionempleo.com)

 

 

 

Imagen e identidad

mujeractual.pe

(Por Clara Olivares)

La transformación de la apariencia física de esta actríz no ha dejado indiferente a nadie.

A mí me ha inspirado este artículo. Son muchas las preguntas que me ha suscitado: «¿Qué llevó a esta mujer a hacerse este cambio?» «¿Cuáles fueron sus motivaciones personales?».

Evidentemente son preguntas sin respuesta y tampoco me interesaría conocerlas, primero porque no soy su amiga, y segundo, porque no es asunto mío.

Pero lo que de verdad me hizo pensar fué en como se relacionan imagen e identidad. Me parece que tienen una estrecha relación.

Esta relación va mutando a lo largo de nuestra vida. Durante la niñez y en la adolescencia, al ser éstos períodos de formación, se está llevando a cabo la construcción de nuestra identidad.

En estos períodos la imagen ocupa un lugar preponderante, mientras que en la edad adulta ésta pasa a un segundo término, ya que se da por sentado que nuestra identidad está consolidada (teóricamente).

Pero antes encuentro pertinente aclarar la diferencia entre ambas:

* Imagen: es una representación visual de un objeto real o imaginario. En el caso que nos ocupa, sería la manifestación de la apariencia visual que alguien proyecta hacia el exterior así como las sensaciones y los sentimientos que transmiten.

* Identidad: es el conjunto de rasgos de un individuo o de una comunidad que les son propios y que les convierte en distintos a los demás. Es importante señalar la consciencia de unicidad y especificidad que se tiene de esos rasgos (innatos y adquiridos).

Como señalo en la definición anterior, la influencia del entorno familiar y social juegan un papel muy importante en esa construcción.

Puede que las características que son propias de una persona o de una comunidad no sean las que la sociedad acepta.

En estos casos nos encontramos ante un dilema: ¿Soy yo/nosotros mismo o me convierto en lo que el exterior me/nos pide para ser aceptado y no padecer la exclusión?

Hasta hace poco tiempo, muchas generaciones nos encontramos en esa tesitura y algunos de nosotr@s optamos por intentar ser lo más fieles a nuestra identidad.

Muchas veces esta opción conduce a algunas personas a la búsqueda de un entorno en el que la exigencia para ser aceptad@ resulte más fácil. Se produce así una migración hacia sociedades más permeables y más tolerantes con la diferencia.

Pero no siempre esta opción es viable y los individuos se ven impelidos a negar su propia identidad ocultándola tras actitudes o comportamientos opuestos a su verdadero ser para poder sobrevivir.

La supervivencia física y psíquica determina casi todas nuestras decisiones.

Es deseable que durante la niñez y la adolescencia esté presente una figura adulta que pueda transmitirle al joven en qué consiste esta diferencia, de manera que pueda entender que, en determinadas ocasiones, es necesario mostrar una imagen que no esté en plena concordancia con lo que somos verdaderamente, y que, no por actuar de esa manera se es poco honesto.

He conocido casos en los que una familia «aparentaba» los comportamientos y actitudes acordes a la exigencias de la sociedad en que vivía pero que en la intimidad podía manifestar su verdadera identidad. Sin ir más lejos, recordemos que esta estrategia la utilizaron muchas familias hebreas durante el nazismo.

Ser conscientes de la diferencia entre imagen e identidad marca la frontera entre cordura y locura. Si la sociedad en que se está inmerso es demasiado rígida, no admitirá ningún desvío de las normas exigidas para ser aceptad@.

Parece una nimiedad, pero no lo es para nada.

Identidad e imagen se nutren mútuamente.

Me atrevería a afirmar que tod@s hemos recurrido a la estrategia mencionada arriba. Felizmente no nos hemos visto en una situación tan dramática como la del holocausto.

No obstante, parece que estamos siendo testigos de una época particular en la que la identidad ha quedado totalmente relegada y olvidada.

Me contaba una amiga hace unos días, que había visto un documental de Corea en el que las jóvenes de 13 a 15 años pedían «a la carta» la cirugía plástica.

Ya no decían que deseaban hacerse una rinoplastia porque no les gustaba su naríz, sino que pedían que les hicieran la frente de fulanita, la naríz de zutanita, las mejillas de tal persona y la barbilla de equis. A ésto hay que sumarle el dolor al que se someten algunas para alargarse los huesos de las piernas para ser más altas.

No sé si vosotr@s no os habéis quedado impresionados, pero yo aún no puedo salir de mi asombro.

¿Qué le está pasando a la sociedad?

Parece que estamos entrando en una era en la que la famosa pregunta de «¿quién soy yo?» ha dejado de plantearse.

Ya no «soy yo», ahora «soy otr@».

Encuentro este cambio, no sólo dramático, sino peligroso.

Las sociedades las forman individuos, si estos individuos dejan de tener una identidad que les diferencie de los otros, ¿hacía dónde nos dirigimos?

Imagino que la sociedad se convertirá en un lugar conformado por clones.

Y la pregunta que me planteo es: «¿Quién determina el/los clones a seguir?»

¡Qué miedo!

En mi próximo artículo hablaré sobre el desapego.

(Imagen: mujeractual.pe)