La generosidad

www.cosetasdeadelita.blogspot1Por Clara Olivares

Una persona generosa, ¿nace o se hace?

Creo que ambas cosas.

Me explico: la naturaleza de aquel que ha nacido generoso le impulsará siempre a dar, mientras que el que se hace, aunque su primer impulso sea el de retener para sí, puede ir aprendiendo a dar, gracias al ejemplo de quien es generoso con él/ella.

En éste terreno la religión juega un papel importante. Para quienes crecimos en un entorno católico, éste promulga el desprendimiento material. Es decir, si con mis actos no demuestro que doy, significa que «no soy un buen cristiano».

Pero el hecho de dar, va más allá de lo material y, evidentemente de los credos.

Se es generoso con el dinero, que usualmente, resulta la demostración más tangible. Sin embargo, el hecho de dar dinero no significa necesariamente un acto de generosidad. Cierto es que, para quien mucho tiene, desprenderse de un poco no le supone un gran esfuerzo.

El reto surge cuando, al no poseer excedentes, damos y ayudamos a otro.

También se manifiesta esta cualidad a través del tiempo que dedicamos a otro y a la calidad de esa dedicación, o, al interés que demostramos por su estado en general, o, a la capacidad de escuchar sus aflicciones y al acompañamiento y cercanía que le proferimos, así mismo, se demuestra la generosidad socorriendo a quien necesita apoyo.

Puede que éste último, pida o no ayuda. Si alguien nos la pide y no se la damos, dudo mucho que seamos generos@s. Pasa un tanto de lo mismo cuando nos aprovechamos de la situación de esa persona para conseguir un beneficio para nosotros mismos.

«Obras son amores y no buenas razones», dicen en mi pueblo.

Aquello que nos mueve a dar, no tiene que ver con las motivaciones internas de cada un@. Lo que cuenta a la hora de la verdad, son los actos que ejecutamos.

Lo que finalmente nos define como seres humanos son nuestras actuaciones, y, éstas, pueden ser generosas o no.

Para la persona que nace siendo generosa, su deseo de dar aparece de forma natural. En cambio, quien carece de ese impulso, en algún momento de su vida decide, de forma conciente o inconsciente, primar siempre sus propios intereses a los del otro y actuar en consecuencia.

No creo que quienes funcionan en ese registro de forma consciente sean del todo inocentes.

Puede que uno actúe de una manera egoísta sin darse cuenta, pero, en el momento en que el otro nos señala nuestra actitud, ésta cambia (si se quiere, evidentemente).

Siempre me he preguntado la razón por la cual una persona que está en capacidad de tenderle la mano a otro, no lo hace.

No puedo evitar pensar que estoy frente a alguien egoísta, y llevado al extremo, miserable.

Quien busca de manera consciente aprovecharse de la situación desfavorable de otra persona, me habla de un individuo que opta por darle más importancia a su propio bienestar que al del otro.

Por ésta razón afirmo que no es del todo inocente, es decir, sabe lo que está haciendo de forma consciente.

Basta mirar cómo está el mundo actualmente para confirmar ésta teoría.

Quienes más, quienes menos, ha sido un pequeño grupo de avariciosos los que han propiciado la situación de debacle económico en que estamos sumidos.

«La avaricia rompe el saco», reza el dicho. Este tipo de personas me recuerda al personaje de Manolito de las tiras cómicas de Mafalda. Éste siempre quiere más.

Los antiguos griegos acuñaron el concepto de mesura. Gracias a él se mantiene un equilibrio personal y, por ende, social.

Vendría a significar la búsqueda de ese término medio que impide irse a los extremos.

Y, me parece que los tiempos que vivimos carecen de mesura.

La generosidad es una cualidad del corazón. Es desde ese lugar que se mueve un ser humano hacia la generosidad o hacia la avaricia.

Cada un@ de nosotr@ decide en un determinado momento de su vida cuál es el tipo de relación que desea entablar con el mundo y con el otro.

Ser generoso significa adelantarse a la necesidad del otro y ofrecerle lo que precisa.

Cierto es que, a veces, alguien que sufrió un chantaje afectivo por parte de otra persona que jugaba el papel de víctima para conseguir sus objetivos, le resulte confuso descifrar los mensajes de socorro que otro le envía.

El hecho de desatender esas llamadas no le convierte necesariamente a uno en una persona egoísta que sólo vela por sus propios intereses.

En su interior puede surgir la duda respecto al fin que esa persona necesitada persigue: ¿es cierto que necesita mi ayuda? o ¿me está manipulando y se está aprovechando de mí?

El momento que vivimos está sacando a la luz lo mejor y lo peor que cada un@ tiene en su interior.

Me parece que la vida nos está brindando una oportunidad para observar lo que realmente alberga nuestro corazón.

La próxima semana hablaré sobre la obediencia.

(Imagen: www.cosetasdeadelita.blogspot.com )

 

5 comentarios sobre “La generosidad

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