El despilfarro

www.periodistadigital.com

Por Clara Olivares

¿Qué hace que una persona sea despilfarradora?

Como en tantas otras cosas, existe un componente biológico y otro psicológico.

Parece ser que el “núcleo accumbens” tiene mucho que ver en eso. Son un grupo de neuronas del encéfalo que tienen una función importante en el placer.

Este núcleo recibe información de diferentes centros emocionales y de la actividad motora. Es el encargado de “analizar” esta información y favorecer o no la repetición de una experiencia.

Es decir, que el aprendizaje se afianza gracias a este núcleo. Afectivamente, existen experiencias vitales positivas, negativas y neutras. La función de este núcleo favorece las experiencias positivas, es decir, preserva las que han generado un estado positivo.

Lo que vendría a hacer sería recompensar estas experiencias, ya que la secreción de dopamina se incrementa, y este neurotransmisor es el responsable del placer.

Hasta aquí, muy bien. Pero ¿que hacemos cuando a lo biológico se le une lo psicológico?

Y en este punto es cuando “la puerquita torció el rabo” (dicho popular colombiano para expresar que a partir de este momento la cosa de complica).

Puede que a través de ese comportamiento estemos llenando un vacío interno, como por ejemplo, la búsqueda de aprobación o la necesidad de reconocimiento, entre otros. O simplemente despilfarremos para acallar la angustia.

¿Por qué necesitamos llenarnos de cosas?

En algunos casos he observado una “compulsión” por comprar, aunque no lo necesitemos.

No hay que olvidar así mismo, que estamos inmersos en una sociedad de consumo que nos bombardea constantemente con un solo mensaje: COMPRA.

Y tenemos que hacer un esfuerzo para no caer en esa dinámica.

Hace poco vi un documental en el que un periodista deseaba averiguar en qué gastaban su dinero los multimillonarios. El programa se centraba en la comida, así que entrevistaban a un chef que cocinaba para ellos. Lo que más me llamó la atención era que este hombre decía que lo que buscaban últimamente era “tener la experiencia”.

Poco importaba lo que costara la exclusividad, la clave estaba en ser ellos los primeros en degustarla. Así, el chef buscaba por todo el mundo alimentos raros, como por ejemplo, un grano de café que un animal que vivía en una selva se lo tragaba, lo digería y buscando en sus excrementos lo encontraban, lo limpiaban y preparaban con él un café que estas personas degustaban.

¡No hablemos del precio de una taza!

El despilfarro de dinero me dejó sin habla. ¿Por qué unos poquísimos privilegiados dilapidaban esas sumas?

Pienso que el vacío interior debe ser enorme. Quizás necesiten realizar esas extravagancias para sentirse vivos.

Y me pregunto: ¿dónde está el límite? ¿Alguien lo marca? ¿Por qué se acepta? ¿Por qué existe un público para ello?

Creo que sucede lo mismo con las “snuff movies”. No creo que el “todo vale” para encontrar placer sea válido.

¿Qué nos está pasando que hemos perdido por completo el norte?

Pongo los ejemplos más extremos, pero a un nivel más cercano me atrevería a afirmar que, en mayor o en menor medida, nosotros también podríamos adolecer del mismo mal.

En mi próximo artículo hablaré sobre “darse permiso para”.

(Imagen: www.periodistadigital.com )

 

 

El desorden

www.cienciaciego.blogspot.com

Por Clara Olivares

“el orden se define como todo aquello que funciona de determinada manera o la organización de elementos en determinado espacio, realizado por un individuo inteligente.”

La mente es maravillosa

¿Existe un desorden bueno y un desorden malo? En otras palabras, ¿uno aceptable y uno que no lo es?

Depende… en función de nuestra educación, nuestra forma de ser, nuestros objetivos, el tiempo de que dispongamos, nuestra cultura, las ganas que tengamos y un largo etcétera.

Digo esto porque los conceptos de orden-desorden son tan variados como lo son los seres humanos.

Lo que es orden para una persona, para otra puede ser desorden. Como dice la definición cada persona se organiza en función de sus propias necesidades.

Existen individuos que disponen su entorno de tal forma que parecería caótico y, sin embargo, si precisan de algo, lo encuentran inmediatamente. Saben en que lugar está cada cosa.

Y también los hay que disponen todo lo que les rodea de una manera sistemática y ordenada pero que son incapaces de encontrar rápidamente lo que buscan.

Y esto nos conduce al concepto de eficacia.

¿Es nuestro sistema de ordenar uno eficaz? ¿O por el contrario, no es operativo?

La manera que tenemos de organizar nuestro trabajo, nuestro horario o nuestra jornada nos dará una idea sobre lo apto que resulta éste a la hora de obtener los resultados esperados.

¿Responde a los objetivos que teníamos cuándo la diseñamos?

Si la respuesta es un si, quiere decir que nuestra forma de organizarnos es la adecuada. Pero, si es un no, quiere decir que, probablemente esa no es la idónea.

Yo tengo la teoría de que la manera en que nos organizamos ante cualquier tarea responde directamente a la forma en que discurre nuestro pensamiento. Así, la estructura de nuestro pensamiento se plasma en el modo en que nos organizamos.

Algunos teóricos hablan del desorden como de un mal hábito. Pienso que sólo en parte. He conocido a varias personas que no se han preocupado nunca de ordenar nada, ya que siempre ha habido alguien que se ocupaba de eso por ellos. A este fenómeno suelo llamarlo “la mano que limpia” ya que es invisible para el que la tiene.

Para mi, el orden está íntimamente ligado a la armonía y a la estética. Soy consciente de que es una percepción muy personal, aunque no creo que esté alejada del concepto en sí.

Me parece que cuando algo está ordenado, necesariamente es armónico y por lo tanto estético.

Y si voy más lejos, lo armónico es bello. Calma, apacigua, tranquiliza…

Como en muchas cosas, la rigidez es una mala consejera para una convivencia provechosa y pacífica. Es decir, que si nos ponemos muy rígidos con nuestra idea del desorden, podremos llegar a convertirnos es seres intolerantes.

Ya hemos visto que, como un individuo se organiza suele corresponderse con el orden lógico que rige su pensamiento y con sus necesidades.

Por eso creo que es muy importante ejercitar nuestra tolerancia ante el otro. A algunos les costará más y a otros menos.

En mi próximo artículo hablaré sobre la seducción.

(Imagen: www.cienciaciega.blogspot.com)

 

La tolerancia a la frustración

 

noticias.universia.cl

Por Clara Olivares

La frustración es una respuesta emocional común a la oposición,  relacionada con la ira y la decepción,  que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual. Cuanto mayor es la obstrucción y la voluntad, mayor también será probablemente la frustración. La causa de la frustración puede ser interna o externa.

En las personas, la frustración interna puede surgir del conflicto y también puede ser una fuente interna de la frustración, cuando uno tiene objetivos contrapuestos que interfieran unos con otros, puede crear una disonancia cognitiva. Las causas externas de la frustración implican condiciones fuera de un individuo, como un camino bloqueado o una tarea difícil. Mientras que hacer frente a la frustración, algunas personas pueden participar en el comportamiento pasivo-agresivo, lo que hace difícil identificar las causas originales de su frustración, ya que las respuestas son indirectas. Una respuesta más directa, y común, es una propensión a la agresión.

Wikipedia

Como bien dice esta definición, la frustración aparece cuando nuestros deseos no se ven realizados, en otras palabras, cuando no se ve realizada nuestra propia voluntad.

Esta obstrucción genera rabia, aunque no en todos los casos se reacciona de la misma manera. La decepción me parece una reacción más sana.

Me explico: la rabia produce una descarga de adrenalina que no está favoreciendo la acción, al contrario, ese “chute” se revierte hacia nosotros mismos, y, lo único que provoca es mucho malestar.

El ritmo cardiaco se acelera y la presión sanguínea aumenta. No me extraña que a los enfermos del corazón se les ordene evitar situaciones en las que se puedan enfadar.

Este enfado en muchas especies se expresa a través de la expresión facial, el lenguaje corporal, la emisión de sonidos, mostrar los dientes o mirarse fijamente.

Recuerdo a alguien que cada vez que la misma persona le hacía fotos, literalmente “asesinaba” la cámara.

La respuesta natural ante una amenaza es el ataque o la huida. ¿Pero qué pasa cuando esa amenaza no es real?

Me refiero al caso al que he citado más arriba, ¿era ésta una amenaza¿ o ¿era vivida por esa persona como tal?

Ante este sentimiento de rabia y de decepción, ¿cómo reaccionamos?

Desafortunadamente, la educación que actualmente los padres dan a sus hijos (por lo menos en España) aboga por que los niños y los adolescentes vean satisfechas sus demandas de forma inmediata.

No se educa para que el sujeto vaya desarrollando un “umbral de frustración” sano y muy necesario para enfrentar la vida.

Estas personas crecen convencidas de que pueden satisfacer TODAS sus necesidades y expectativas de inmediato.

Nada mas alejado de la realidad.

La vida es un encadenamiento de frustraciones, que, si no sabemos encajarlas bien, nos lo harán pasar muy mal.

Si a una persona no le enseñan desde pequeña a manejar adecuadamente su frustración, saldrá al mundo exterior desnuda, sin armas para poder enfrentar los avatares de la vida.

El resultado puede ser el de criar a un tirano o el de crear un ser completamente desarmado y frágil que al menor embate de la realidad se derrumbe.

También nos podemos encontrar con personas amargadas y malhumoradas que siempre están enfadadas y que se muestran irritables y resentidas.

Sería interesante analizar las sociedades para poder observar como han sido educadas las diferentes poblaciones.

Recordemos que cuando la frustración es muy grande, la agresividad aumenta, inconscientemente, por supuesto.

Es una realidad que existen sociedades en que la situación social está tan desequilibrada que, precisamente ese desequilibrio es el que causa un mayor resentimiento.

Pero volvamos al individuo. Cuando éste adolece de unas expectativas internas que chocan con su realidad, poniendo en evidencia un desfase abrumador, generalmente en donde el sujeto no sale favorecido, y si además, no es consciente de ello, lo más seguro es que cargue con su ira sobre diferentes objetivos en el mundo exterior.

Charlando sobre el tema con varias colegas, éstas estaban asombradas al constatar cómo sujetos alrededor de los 30’s poseían un umbral a la frustración penosamente bajo.

¿Qué nos está mostrando este fenómeno? Tristemente, que es poco halagüeño.

Como digo más arriba, la vida es frustración (y deleite, por supuesto), pero sino sabemos encajar esta última, ¿cómo sobreviviremos sin convertirnos es seres frágiles e insoportables?

En mi próximo artículo hablaré sobre el desorden.

(Imagen:www.noticias.universa.cl)

 

La vida: un simple destello

blog.somosdesign

Por Clara Olivares

Lawrence Durrell (El cuarteto de Alejandría) escribió: «la vida es un simple destello de luz entre dos eternidades de tinieblas«.

Terrible y, a la vez, una imagen muy poética.

Sin lugar a dudas la vida es un milagro que irradia luz y calor. Hoy estamos vivos, mañana no lo sabemos

¿Y qué hacemos con ese breve destello?

Me parece que casi nadie llega a ser consciente de esa realidad. Creemos que lo natural es estar vivos.

Esta frase de Durrell me suscita muchas reflexiones.

Pienso que para las personas creyentes, esta afirmación carece de sentido. Pero, ¿y para los no creyentes?

Me pregunto cómo administramos ese momento fugaz que es nuestra vida: ¿en qué lo estamos invirtiendo? ¿cuánto tiempo dedicamos a disfrutar de ella? o, por el contrario, nos lamentamos, nos peleamos con la existencia y renegamos de nuestra suerte, o, de nuestra familia, pareja, herman@s, trabajo, etc.

Creo que no llegamos a ser conscientes de que nuestra vida dura muy poco comparada con la magnitud del universo.

¿Por qué desperdiciamos ese don en perder mucho tiempo en pelearnos con nuestro pasado, con nuestros padres, con nuestro entorno, etc.?

Cierto es que en algún momento de nuestra existencia atravesamos épocas, por otra parte necesarias, en las cuales «ordenamos la casa», es decir, revisamos nuestra historia familiar e intentamos poner en su lugar las cosas y a las personas.

Y después de hacerlo, ¿qué?

¿Cómo deseamos pasar el resto de vida que nos queda? ¿En qué la queremos invertir?

Es una realidad que consumimos diariamente un tiempo considerable en conseguir los recursos económicos necesarios para poder sobrevivir. Pero en esa labor no creo que sea aconsejable gastar más del tiempo necesario.

Es más, creo que paralelamente, deberíamos seguir aprovechando el hecho de que aún seguimos vivos.

Volviendo a la imagen que acompaña este artículo, habrá quienes se enfaden porque su cerilla debería ser más larga, o, dar más luz, o, ser una que jamás se consumiera.

Soy consciente de lo difícil que resulta a veces ver la realidad y, más aún aceptarla.

Me he cruzado con personas que, desde que las conozco, se pasan el tiempo quejándose, de su pareja, de su familias, de los políticos, etc. Y, honestamente, resulta cansino.

Pienso: ¿ésta persona no se dará cuenta de que ha desperdiciado su vida en culpar a otros de su suerte? Evidentemente no.

Siento tristeza por ellos porque aún no se han enterado de que la vida es corta y fugaz. Malgastan su limitado tiempo en nimiedades que, básicamente, no pueden ya cambiar, en lugar de invertir ese tiempo en vivir.

Disfrutar de lo que generosamente la vida les ha proporcionado, de las personas que les quieren, de la salud que tienen, de sus habilidades, de su inteligencia... la lista llegaría a ser interminable.

A todas ellas les repito una frase que decía mi madre con frecuencia: «en vida, hermano, en vida».

Cuando muramos, todos los «posibles» desaparecerán. Entonces ya no podremos hacer nada.

Os invito a mirar a vuestro alrededor y disfrutar de lo que tenéis. Dejad de lamentaros por lo que no tenéis. Os sorprendería descubrir que son muchas más las cosas de las que podéis disfrutar.

Como dice la famosa máxima de Rabindranath Tagore: «No llores por la puesta de sol, porque tus lágrimas te impedirán ver la belleza de las estrellas».

En mi próximo artículo hablaré sobre la empatía.

(Imagen: www.blog.somosdesign.es )

Relaciones virtuales

dubanpfc.blogspot

Por Clara Olivares

La irrupción de Internet ha marcado, sin lugar a dudas, una nueva época en la historia de la humanidad: vivimos en «la era virtual».

Buscando la definición de virtual, me pareció muy interesante una que habla de «la creación de una situación de apariencia real, en la que se crea la sensación de estar allí y de estar interactuando con ese entorno».

Lo paradójico del asunto es que ese mundo virtual se inspira, mayoritariamente, en una experiencia real.

Pero, ¿qué pasa cuando esos lugares no existen en el mundo real? Ese es el caso, por ejemplo, de los miles de video-juegos que aparecen en el mercado en donde la imaginación está desatada.

En el terreno de las relaciones interpersonales la realidad virtual es bien diferente. Me atrevería a decir que en ese mundo paralelo se vuelcan todos los deseos e ideales de las personas que buscan tener una relación con otro.

Al encontrar a una persona que en apariencia satisface todos nuestros sueños, muchas veces se olvida que ésta no es del todo real.

¿Por qué lo digo?

Este tipo de intercambios permiten un acercamiento con el otro, pero desde mi punto de vista, es incompleto porque no intervienen todos los sentidos; están excluídos el tacto, el olfato y el gusto. Sentidos que a mi entender, son tan importantes como el oído y la vista.

Toda la información que nos brindan estos sentidos desaparece, y por lo tanto la imagen que nos formamos de la otra persona queda incompleta.

Creo que el mundo en que nos movemos actualmente prima el sentido de la vista sobre los demás. Cierto es que muchas cosas entran por los ojos, no obstante, me parece importante no olvidar los restantes.

Lo que encuentro preocupante del fenómeno virtual es que termina aislando. Las personas acaban relacionándose con una máquina y no con una persona.

He visto en varias ocasiones la siguiente escena en un restaurante: una familia o una pareja están sentados a una mesa, y, cada uno de ellos tienen en la mano un teléfono con el que «se comunican» con otras personas (imagino) durante toda la comida. Prácticamente no hablan entre ellos, no se miran, comen en silencio, o, siguen con el teléfono mientras lo hacen.

Encuentro peligroso que se llegue a no poder distinguir entre la realidad virtual y la auténtica.

Y a veces, lo que veo me parece alarmante.

No puedo dejar de preguntarme muchas cosas: ¿para qué han ido al restaurante?, sino tuvieran el teléfono, ¿de qué hablarían?

Intuyo que ese mundo virtual resulta más apetecible que el real. Por no hablar que en éste no hay problemas, no hay que hacer ningún esfuerzo por mantener una conversación, si me aburro me voy.

Lo sorprendente es que ves a gente de todas las edades caer en esta dinámica.

Imagino que, para las personas que en el mundo real les es muy difícil establecer relaciones con otros, este mundo virtual les ofrece la posibilidad de relacionarse salvaguardando siempre la interacción que implicaría estar presente y delante del otro.

Encuentro triste que las personas se priven de toda la información que nos aportan los sentidos del tacto, el olfato y el gusto. Sin ellos encuentro que no se acaba de conocer a otra persona.

En el caso de una pareja, por ejemplo. ¿Cómo sé si habrá o no química entre nosotros? ¿Me gustará su olor? ¿Cómo me toca? ¿Acepto o rechazo ese contacto? ¿Qué siento cuándo me besa?

No estaría de más preguntarnos si no hemos sido engullidos por este mundo y no somos conscientes de ello.

En mi próximo artículo hablaré sobre el destello de luz que es la vida.

(Imagen: www.dubanpfc.blogspot.com)

Diferentes caracteres en el amor (Introducción)

core.psykia.com

 Por Clara Olivares

Tod@s nos hemos criado en una familia, eso es una obviedad. Lo que me interesa resaltar es el hecho de que en muchos aspectos de nuestra forma de ser, recreamos el mismo patrón familiar: el de padre, madre e hij@.

Y en el amor, evidentemente, se vuelve a repetir el mismo fenómeno.

En un principio, escogemos de forma inconsciente al tipo de persona que responde a un modelo, bien sea el de padre, el de madre o el de hij@.

Lo que se recrea es el tipo de relación, es decir, se adopta el papel de padre, de madre o de hijo.

Por ejemplo, una mujer que se ha definido como madre, escogerá a un hijo. Un hombre que se ha ubicado como padre, eligirá a una hija y en el caso del herman@, escogerá a otro igual a él/ella.

Digo que «en un principio», porque afortunadamente, el patrón se puede trabajar hasta convertirlo en una relación de iguales, de compañer@s. A este modelo, se le llama «consorte».

El ideal sería establecer este tipo de relación desde el comienzo, pero la realidad me ha demostrado que no siempre es así.

Me parece que, si bien una relación se funda con un tipo de funcionamiento equis por ambas partes, a lo largo del tiempo y durante las diferentes etapas por las que pasa dicha relación, los dos miembros de la pareja asumen el papel de padre, madre o hij@.

Y no creo que ésto sea un lastre, al contrario, creo que forma parte de la propia evolución de la pareja.

Lo interesante es que cada uno identifique el tipo de relación que establece con los demás para poder así ir modificando los aspectos que le llevarían a un estancamiento personal e interpersonal.

En la elección de la pareja intervienen un sinfín de factores: la familia, el grupo social, las características propias del individuo, etc. Es decir, que en ningún caso se trata de algo inamovible.

 He observado que el tipo de relación que establecemos con los otros, es por lo general, similar a la que desempeñàbamos en nuestra propia familia.

Si observamos con atención, descubriremos que existe un patrón que se repite cada vez que nos relacionamos con otro.

Tendemos a reproducirlo de forma inconsciente con los amigos y la pareja.

Así, que no es de extrañar que nos descubramos ejerciendo de padre-madre-herman@ con otros.

Así, vamos asumiendo las funciones propias de cada papel: el de un padre guía, el de una madre protectora o el de un hijo rebelde, por ejemplo.

Los problemas surgen cuando el patrón permanece idéntico a lo largo de los años. Lo normal es que éste se vaya modificando en la medida en que maduramos.

Sucede lo mismo cuando se va moldeando un temperamento hasta convertirlo en un carácter.

A lo largo de los siguientes artículos iré desglosando cada uno de estos patrones.

 (Imagen: core.psykia.com)

El carácter

Por Clara Olivares

Este tema me ha hecho recordar las clases que dictaba mi madre (1924 – 1983), así que este artículo se lo dedico a ella.

Es importante establecer la diferencia entre el temperamento y el carácter. El primero hace referencia a las características psicológicas con que nacemos (innato) y el carácter es el resultado que se produce con el contacto con el medio social, la familia y el entorno (adquirido).

El carácter se va moldeando a lo largo de la vida. Cuando somos niños manifestamos nuestro temperamento en estado puro, así, de pequeños mostramos claramente cómo somos, cuáles son las características de nuestro modo de ser.

El carácter es la impronta que deja la experiencia, en otras palabras, el proceso de socialización moldea y educa el temperamento.

El carácter no sólo hace referencia a los aspectos psicológicos de un individuo, también se refiere a la «… señal o marca que se imprime, pinta o esculpe en algo, o, al signo de escritura o de imprenta, o, a la marca o hierro con que los animales de un rebaño se distinguen de los de otro. En resumen, el carácter habla del conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás».

De acuerdo a la escuela francesa iniciada por Heymans y continuada por Le Senne, el temperamento parte de tres propiedades: emotividad, actividad y resonancia.

Así, una persona puede ser emotiva/no emotiva, activa/no activa y primaria/secundaria.

(Si deseas conocer cuál es tu temperamento, visita en siguiente enlace: http://los4temperamentos.blogspot.com.es/2012/09/test-para-descubrir-tu-temperamento.html)

La emotividad se definiría como la conmoción que producen los acontecimientos de la vida diaria en el individuo.

Todas las personas poseen la capacidad de conmoverse, pero se llamará emotivo a aquellos que se conmueven más fácilmente que la mayoría de las personas. La emotividad se reconoce por la intensidad de la respuesta emocional ante un acontecimiento cualquiera.

Son rasgos típicos del emotivo el humor variable, la excitabilidad, la inquietud, la impresionabilidad y la tendencia a exagerar.

La actividad no es el movimiento continuo de las personas nerviosas o impulsivas. El activo tiene una necesidad espontánea de actuar, se siente empujado hacia la acción. Esta propiedad se reconoce observando a las personas por la forma en que reaccionan ante un obstáculo.

El no activo duda, retrocede, se desanima y con frecuencia abandona.  En cambio, para el activo el obstáculo se convierte en un refuerzo de la acción, en un reto.

Los rasgos típicos de una persona activa serían: centrarse rápidamente en el trabajo, ser decidida, perseverante y que no aplaza las tareas para después.

La resonancia, como su nombre lo indica, es el eco o la repercusión que las impresiones tienen sobre el ánimo de cada persona. Si las impresiones tienen efecto sobre la conducta en el instante en que aparece la emoción, la resonancia es primaria. En cambio, si las impresiones influyen en un momento posterior a la emoción, la resonancia es secundaria.

 Es como si de un tambor se tratara. El tiempo que transcurre entre el golpe y la producción del sonido (resonancia) puede ser inmediata (primaria) o tardar un lapso de tiempo en sonar (secundaria).

Los primarios, por ejemplo, suelen reaccionar de forma rápida y contundente ante las ofensas que reciben, pero pronto se olvidan de ellas. Por el contrario, los secundarios tardan más en reaccionar, pero les cuesta mucho más tiempo olvidar el disgusto.

El primario vive el presente y le gusta el cambio, ello favorece la capacidad de soltura, la rapidez de reacción y el entusiasmo. Actúa frecuentemente de forma dispersa y superficial. 

El secundario vive en el pasado, está aferrado a sus recuerdos y principios y con frecuencia es prisionero de sus rutinas y prejuicios. Todo ello facilita la reflexión, el orden, la sistematización, la perseverancia y la coherencia mental.

(Si deseas conocer cuál es tu temperamento, visita en siguiente enlace: http://los4temperamentos.blogspot.com.es/2012/09/test-para-descubrir-tu-temperamento.html)

La combinación de estos tres elementos dan origen a ocho tipos de temperamentos:

Emotivo, activo, primario E, A, P Colérico
Emotivo, activo, secundario E, A, S Apasionado
No emotivo, Activo, primario nE, A, P Sanguíneo
No emotivo, Activo, secundario nE, A, S Flemático
Emotivo, No activo, primario E, nA, P Nervioso
Emotivo, No activo, secundario E, nA, S Sentimental
No emotivo, No activo, primario nE, nA, P Amorfo
No emotivo, No activo, secundario nE, nA, S Apátic0

 

Temperamento

Características

Colérico Es cálido, rápido, activo, práctico, voluntarioso, autosuficiente y muy independiente.Tiende a ser decidido y de firmes opiniones, tanto para él mismo como para otras personas, y tiende a tratar de imponerlas.Es extrovertido, no hasta el punto del sanguíneo.Generalmente, prefiere la actividad.No necesita ser estimulado por su ambiente, sino que más bien lo estimula él con sus inacabables ideas, planes, metas y ambiciones.
 

Apasionado

Son dueños de una gran memoria e imaginación, así como de una capacidad innata para el trabajo.Suelen implicarse en las causas perdidas y les interesa aprender, son sumamente metódicos cuando lo hacen.
Sanguíneo Son cálidos, están satisfechos, vivaces y que disfrutan de la vida.·Es receptivo por naturaleza, las impresiones externas encuentran fácil entrada en su interior en donde provocan un alud de respuestas.Tiende a tomar decisiones basándose en los sentimientos más que en la reflexión.Es tan comunicativo que, es considerado un súper extrovertido.Tiene una capacidad insólita para disfrutar y por lo general contagia a los demás su espíritu que es amante de la diversión.
   

Flemático

Es calmado, tranquilo de los que nunca se descompone. Su punto de ebullición es tan elevado que casi nunca se enfada.·Son personas muy capaces y equilibradas, fáciles de tratar y es por esta característica de su naturaleza es el más agradable de los temperamentos.Es frío y se toma su tiempo para tomar sus decisiones.Prefiere vivir una existencia feliz, placentera y sin estridencias hasta el punto que llega a involucrarse en la vida lo menos que puede.
 Nervioso Cambian constantemente sus intereses, se entusiasman fácilmente con cosas nuevas pero nada consigue atraerlos lo suficiente.No tienen orden ni disciplina en su vida. Suelen ser de voluntad débil, sociables y cariñosos.
    

Sentimental

Es el más rico y complejo de todos los temperamentos.·Suele producir tipos analíticos, abnegados, dotados y perfeccionistas.·Es de una naturaleza emocional muy sensible, predispuesta a veces a deprimirse.Es el que consigue más disfrute de las artes.Es propenso a la introversión, pero debido al predominio de sus sentimientos, puede adquirir toda una variedad de talantes.
 Amorfo Suelen ser personas perezosas, poco originales y despilfarradoras.No les gusta prevenir, son impuntuales y nada las entusiasma.
  Apático Viven encerradas en sí mismas, son melancólicas, testarudas y perezosas.Les gusta la rutina y se muestran indiferentes frente a lo que las rodea.Son apáticas y poco interesadas en realizar cosas nuevas.

 (Fuente: http://www.monografias.com/trabajos75/temperamentos-sanguineo-flematico-melancolico-colerico/temperamentos-sanguineo-flematico-melancolico-colerico2.shtml#ixzz3XHC164DG)

Como digo más arriba el carácter muta a lo largo de la vida. Son infinitos los factores que intervienen en su resultado: puede que en un momento de nuestra vida manifestemos un tipo de carácter y que éste se modifique cuando cambian las circunstancias personales y las características del entorno que nos rodea.

 Ésto no quiere decir en ningún momento que el temperamento que tenemos desaparezca y sea suplantado por otro.

La base de nuestro ser permanece, lo que sucede es que siempre éste es susceptible de modificarse. No es algo rígido e inamovible, al contrario, es maleable.

El carácter sufre mutaciones a lo largo de nuestra vida.

Las características de nuestro temperamento se educan y se moldean. La madurez permite que nuestro carácter vaya modificándose siempre.

Por esa razón, cuando realizamos el test que menciono antes, puede que tengamos 2 respuestas para algunos de los ítems: la primera correspondería al temperamento que tenemos y la segunda al temperamento que hemos ido educando.

Por ejemplo: si se es una persona muy emotiva que explota inmediatamente, puede haber educado esa característica y puede haber aprendido a medir su reacción.

Como lo he dicho en otras ocasiones, es como si domesticáramos a un caballo salvaje: lo podemos hacer por las malas o por las buenas, recomiendo aplicar la segunda opción.

No obstante, puede que en nuestra infancia y adolescencia nos hayan domado por la fuerza. En estos casos, al igual que el caballo, nos hemos encabritado.

No siempre las familias aceptan que sus miembros gocen de una libertad de ser y de expresar lo que realmente son. Puede que esa diferencia se viva como una amenaza para la homeostasis del grupo, y, consecuentemente, se reprima o se anule.

Pero, afortunadamente, aunque éste haya sido el caso, la vida por lo general nos brinda la oportunidad de reconciliarnos.

El carácter es lo que nos diferencia de los otros, lo que nos hace únicos, en otras palabras, es lo que nos confiere identidad, ni más ni menos.

En mi próximo artículo hablaré sobre los diferentes caracteres en el amor.

Os invito a visitar el nuevo apartado de «Grupos de Apoyo».

 (Imagen: www.induopsicologia.com )

Las compulsiones

obsesión

 

Por Clara Olivares

Debemos tener cuidado para no confundir una compulsión con el Transtorno Obsesivo-Compulsivo (TOC).

En el primer caso se trata de un impulso irresistible, como comprar por ejemplo. El sujeto obedece a la llamada que le hace el impulso y busca su satisfacción inmediata, prácticamente sin pensarlo (las famosas rebajas comerciales se apoyan en esta debilidad y la explotan).

«Si está baratísimo, como no lo voy a comprar», es uno de los argumentos que se esgrimen ante sí mismos pero la realidad es que la persona lo hace aunque no lo necesite. Se entrega a la seducción que un precio bajo le puede ofrecer a fin de obtener, de forma inconsciente, el placer que le brinda poseerlo.

Pero desafortunadamente, éste suele ser un espejismo. El «placer» que se obtiene por lo general es momentáneo y efímero el cual muchas veces provoca un sentimiento de culpa.

La satisfacción que produce ese placer no perdura, se esfuma casi siempre después de pasar al acto.

Tanto en los casos de una compulsión como en un TOC, subyace la angustia y, en la mayoría de ellos se despiertan sentimientos de culpa y de vergüenza.

En el transtorno obsesivo-compulsivo la aflicción que provoca la obsesión hace que se realicen rituales con un estructura determinada (poseen un orden) para calmar la angustia y el dolor.

El sujeto lucha por recordar muy bien todos los pasos a seguir en la realización del ritual, ya que, si se salta alguno, éste no va a funcionar como antídoto a su obsesión.

Algunas veces la persona entiende que éstos son absurdos e inútiles pero no puede resistirse a la compulsión, le es muy difícil parar ya que estos rituales posee un carácter mágico: llevándolos a cabo su obsesión se va a neutralizar.

Es el caso de las personas que están obsesionadas con el contagio de microbios y se lavan las manos contínuamente hasta llegar a despellejarlas en los casos más severos, o, nunca abren una puerta sin una protección para que su piel no entre en contacto con el pomo «contaminado», etc.

«Las obsesiones son pensamientos, ideas o imágenes inadecuadas y desagradables que se le imponen al sujeto de forma intrusiva y repetitiva, generando un malestar clínico significativo. El contenido de estas ideas es irracional, absurdo y moralmente inadecuado desencadenando angustia, duda y culpa al mismo tiempo».

«Las compulsiones o rituales son comportamientos o actos mentales repetitivos y estructurados de una manera rígida. El sujeto acude a ellos con el fin de aliviar de forma mágica la angustia o ansiedad que se despierta tras las ideas obsesivas».

Wikipedia

Es mucho más fácil enfrentarse y manejar una compulsión que un TOC. En el control de impulsos la persona puede conseguir resistirse a él y aprender a parar.

Seguramente en un inicio resulte más difícil resistirse, pero con la persistencia lo logrará.

Opino que en ambos casos subyace una estructura psíquica rígida que seguramente se gestó en edades tempranas.

Seguramente esta rigidez fué aprendida en el entorno familiar. No se desarrolla un alto grado de rigidez porque sí.

En el caso del control de impulsos existe un umbral a la frustración bajo. Resulta insoportable no satisfacer ese arrebato de forma inmediata. Pareciera que la no satisfacción del deseo de ese momento desencadenara una desazón imposible de soportar.

Por esa razón se pasa al acto, pero al hacerlo la desaparición de la angustia no es permanente.

En la medida en que se aprende a controlar los impulsos y se descubre la causa de la angustia, el umbral a la frustración aumenta, el sujeto comprobará por sí mismo que «no-le-va-a-pasar-nada» si no sucumbe a la tentación.

Es más, llegará un momento en que la omnipresente angustia desaparece y un día descubre que ya no está. ¡Qué cambio y que alivio!

Descubrir que «puede hacerlo» le aportará orgullo de sí mismo y fortalecerá su autoestima.

A continuación os enumero una serie de pasos a seguir cuando «aparece la llamada del impulso» para aprender a resistirse:

  1. 1. Pensar antes de actuar. Preguntarse si verdaderamente necesita, o, es necesario, poseer lo que despertó su deseo.
  1. Buscar otras alternativas. ¿Es necesario enfadarme por eso? ¿Qué voy a conseguir con ello? ¿Y si mejor me ausento de escenario?
  1. Aprender de los errores pasados. ¿Qué consecuencias trajo la última vez que actué así? ¿Sirvió de algo?
  1. Contar hasta 10. Parece una tontería pero no lo es para nada, ese lapso de tiempo le permitirá a la persona parar.
  1. Tolerar la frustración. ¡Todo un aprendizaje!.
  1. Hacer ejercicio. Recordemos que el ejercicio consume energía. Como diría el personaje de Manolito de Mafalda: «una madre cansada pega menos fuerte».

Creo que todos los seres humanos poseemos, grande o pequeña, una compulsión que se manifiesta bajo formas muy variadas.

El secreto radica en identificarla y decidir qué se quiere hacer con ella. Siempre existe una alternativa, lo importante es encontrarla.

En mi próximo artículo hablaré sobre los prejuicios.

 

(Imagen: www.ryapsicologos.net)

Resiliencia

 www.adeccorientaempleo

Por Clara Olivares

«La resiliencia es la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por éstos…»

Wikipedia

 Según los expertos, todos los seres humamos nacemos con esta capacidad, aunque no todos la desarrollan.

¿Por qué?

Me atrevería a decir que tiene que ver con las dificultades a las que cada persona ha tenido que enfrentarse en su vida.

Como reza el dicho: «lo que no te mata, te hace más fuerte».

He observado que aquellos que han tenido existencias difíciles ya sea física, emocional o económicamente suelen poseer una actitud diferente hacia la vida.

O bien están amargados, o bien desarrollan esa capacidad innata de la resiliencia. No obstante, estoy convencida de que convertirse en alguien amargad@, es una decisión que se toma consciente o inconscientemente en un momento de la vida.

La resiliencia no se debe comparar con una actitud pesimista u optimista. «Ver el vaso medio lleno o medio vacío», ayuda pero no es suficiente. La resiliencia es más que eso.

Significa pasar a la acción, avalar con nuestros actos nuestra forma de enfrentar la existencia.

Hay quienes tienen una existencia «tranquila» y otros que no la tienen.

«La resiliencia es la entereza más allá de la resistencia». No es simplemente resistir un período difícil, como digo más arriba, es demostrar con los hechos nuestra actitud. Es enfrentarse a la vida manteniendo la convicción de que se va a salir adelante, aunque la realidad te esté mostrando lo contrario.

No siempre se es consciente de la propia resiliencia, éstas personas consideran que esa es la forma natural de reaccionar ante las situaciones adversas.

Para alguien que siempre ha actuado así, resulta sorprendente la admiración que su propia actitud despierta en otros.

Es más, las dificultades y los obstáculos suponen un reto para ellas. Pareciera que éstos las aguijonearan y que recurrieran a toda su creatividad para sortearlos.

 Existe una certeza de que lograrán atravesar ese bache en el camino. Y lo cierto es que así lo hacen.

Los expertos apuntan una serie de características que poseen las personas que desarrollan su capacidad de resiliencia.

Éstas serían:

  • Sentido de la autoestima fuerte y flexible
  • Independencia de pensamiento y de acción
  • Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás
  • Alto grado de disciplina y de sentido de la responsabilidad
  • Reconocimiento y desarrollo de sus propias capacidades
  • Una mente abierta y receptiva a nuevas ideas
  • Una disposición para soñar
  • Gran variedad de intereses
  • Un refinado sentido del humor
  • La percepción de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás
  • Capacidad para comunicar estos sentimientos y de manera adecuada
  • Una gran tolerancia al sufrimiento
  • Capacidad de concentración
  • Las experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza
  • Capacidad de afrontamiento
  • La existencia de un propósito significativo en la vida
  • La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor
  • La creencia de que uno puede aprender con sus experiencias, sean éstas positivas o negativas

Desarrollar la propia capacidad de resiliencia permite tener la sensación de un control sobre aquello que podemos controlar y de una aceptación de lo que se escapa a nuestro control.

Ya lo he dicho en otros artículos, aceptar la realidad que nos brinda la vida es un síntoma de sanidad mental.

Una aceptación que jamás debe confundirse con la resignación. Ésta significaría «bajar los brazos» y dejar de luchar.

Quienes han sido personas resilientes siempre hallan el aprendizaje que la situación a la que se han visto sometidas les ha ofrecido.

Os pregunto: ¿Cómo os enfrentáis a los avatares de la vida?

Probablemente no como quisiérais ni como deberíais, sino simplemente como podéis.

En mi próximo artículo hablaré sobre las compulsiones.

(Imagen: www.adeccorientacionempleo.com)

 

 

 

La moderación

 

 

Por Clara Olivares

Hablar de la moderación no resulta una tarea fácil. Todos sabemos y comprendemos inmediatamente lo que significa pero resulta más complicado explicarla.

Me parece que este concepto está íntimamente ligado a la mesura, práctica recomendada por los antiguos griegos.

Para hablar de ella me es más fácil compararla con su opuesto: el exceso.

En términos generales, la moderación se considera una virtud frente a su opuesto: el vicio. Vicio entendido como «excesiva afición a algo, especialmente perjudicial».

Me parece que los seres humanos nos movemos entre estos dos extremos a lo largo de nuestra vida. Como con tantas otras cosas.

Creo que ir de un extremo al otro es profundamente humano. Nuestra naturaleza nos aboca a este movimiento constante.

La imagen mental que me suscita esta idea es la de un líquido encerrado en un recipiente, cuyo centro se apoya en un solo punto y que un motor hace que todo el líquido se desplace de un extremo al otro como un balancín.

Lo que motiva este desplazamiento es el desequilibrio.

A nosotr@s nos pasa lo mismo, cuando descubrimos que nuestro funcionamiento está en un extremo, naturalmente buscamos ir hacia el otro extremo.

«El arquero que rebasa el blanco no falla menos que aquel que no lo alcanza», dice Montaigne.

Me parece que sus palabras encierran una gran sabiduría.

Es el mismo caso que cuando perseguimos un ideal o una quimera. Creemos sinceramente que lo vamos a alcanzar. Lo que no sabemos es que creer en un ideal sirve para marcar el camino por el que deberíamos transitar, su función es la de indicarnos una dirección que dirija nuestros pasos. Nada más (y nada menos…).

Creo que cuando observamos algo dentro o fuera de nosotros que adolece de moderación, éste chirría y produce un rechazo.

La desmesura resulta grotesca.

Siempre hemos escuchado que tal persona «combate» su vicio de… lo que sea.

El deseo de combatirlo es lo que marca la diferencia. La manera de abordar la dificultad exclusivamente desde el combate con el fin de hacerla desaparecer es la clave.

No se trata de un combate que conlleve un aprendizaje, sino más bien se trata de uno que busca la desaparición del obstáculo.

Creo que nos pasamos media vida combatiendo aquello que no nos gusta de nosotros mismos en la creencia de que al combatir el vicio, éste mágicamente va a diluirse.

¡Qué ilusos!

De un combate de ésta índole sólo queda el cansancio y la frustración.

¿Y si elegimos otro camino? Por ejemplo el de la aceptación.

En el momento en que aceptamos que ese «vicio» forma parte de nuestras caraterísticas personales resultará más fácil aplicar la moderación.

Si integramos en nuestra psique y en nuestra autoimagen ese vicio del cual nos avergonzamos tanto, reconoceremos que somos humanos y, que como tales, poseemos virtudes y defectos.

Concebir una existencia carente de «lugares oscuros» resulta un tanto pueril.

Una de las ventajas que nos brinda la madurez es precisamente la consciencia de saber quienes somos en realidad.

Por fin podremos abandonar la idea de que somos intachables. TODOS poseemos algo de lo que nos avergonzamos.

¿Y?

Lo importante es descubrir nuestros vicios innombrables antes de morir. Porque una vez muertos ya no es posible aprender de nuestras limitaciones.

En mi próximo artículo hablaré sobre la resiliencia.

(Imagen: www.filosofia.laguia2000.com)