El amor de carácter paternal

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Por Clara Olivares

El primero de los caracteres que abordaré será el de tipo paternal.

¿Qué mujeres lo eligen? Por lo general, mujeres jóvenes, inexpertas y de temperamento pasivo que desean a un hombre maduro, experto y autoritario con un gran poder de atracción.

Estas mujeres buscan encontrar seguridad, apoyo y autoridad; se sienten subyugadas por él.

Los aspectos pasivo e indeciso de este tipo de psique femenina se proyectan en una personalidad masculina fuerte y experta.

También, puede tratarse de mujeres fuertes y exuberantes que atraviesan una crísis afectiva.

En cualquier caso, se trata de mujeres que huyen de su entorno familiar, o que son inmigrantes, o huérfanas, es decir,b mujeres que están en una situación de fragilidad que las hace más vulnerables.

Este tipo de hombre suele presentarse como un guía espiritual, o un héroe, o como un perverso (por lo general, la mujer que lo escoge no se entera de que éste lo es).

El guía espiritual puede ser un líder de un grupo, o un artista, o el fundador de un movimiento religioso, o un «iniciado», o un médico, o un psicólogo, o también algunos profesores.

La mujer que lo escoge necesita el amparo paterno. Estos hombres suelen ser protectores, bondadosos y joviales, menos en el caso de un perverso, donde bajo su aparente encanto, se esconde un monstruo.

El héroe es alguien que lucha por el amor de la mujer. Ésta necesita que la defiendan de los peligros de la vida. Ejemplos de éste pueden ser los deportistas de élite, las estrellas de cine, los cantantes de moda, etc., y, por supuesto, los Don Juanes.

Al final, este hombre termina esclavizando a la mujer inexperta y la somete. Se aprovecha de su inexperiencia y su poco contacto con el mundo real.

El perverso es un «mal bicho». Seduce a la mujer desplegando todos sus encantos y, una vez que está seguro de su poder, la somete. La maltrata y la veja, creando una tela de araña que la va aislando poco a poco. De esta manera, le será más fácil someterla y dominarla.

Ella lo escoge creyendo «que lo va a redimir», que «lo va a salvar» pero lo que no sabe es que se está metiendo en la boca del lobo. Es tan grande su necesidad de aprobación y de reconocimiento que su propio vacío le impide ver.

La mujer con una personalidad histérica se siente especialmente atraída por los perversos. Como decía Robert Neuberger: «busca a un maestro para dominarlo». Paradojas…

Como ya lo he dicho en otras ocasiones: «la única forma de liberarse de un perverso es poniendo tierra de por medio».

Por último está el joven explorador, encarnado en aventureros, trotamundos y exploradores que traspasan el límite de lo legal.

Al tipo de mujer rebelde le atrae su figura audaz.

Rápidamente el hombre se convierte en protector y explotador.

Ellos literalmente las «embrutecen» y abusan de ellas mandándolas y explotándolas para conseguir sus fines.

Es una unión que se basa en el placer y en la brutalidad. Ofrece unas ventajas mútuas que pueden desembocar que una relación simbiótica. Ambos se unen para luchar contra la sociedad.

También puede presentarse como el artista: pintor, escultor, cantante, músico, etc. Ejerciendo una fascinación erótica con sus dotes, pero en realidad se trata de la representación de un personaje. Ella proyecta sus carencias en él, identificándose con el papel de artista que éste proyecta.

No es consciente de los defectos de él, y, si lo es, los olvida.

Vive ese amor como una revancha inconsciente sobre otras mujeres, como si ella hubiera ganado el premio gordo. Su amor propio crece y se siente interiormente halagada.

Por último está el hombre activo y productivo. Suelen ser personas con una mentalidad audaz y aguda que destacan en los campos social y/o profesional.

Representa un ideal de fuerza y de audacia con un halo de héroe benefactor de la humanidad haciéndo gala de un gran espíritu de sacrificio.

La mujer que lo escoge está convencida de que su misión es la de apoyarle, suelen ser mujeres dulces y pasivas.

En mi próximo artículo hablaré sobre los amores que tienen la figura del hijo.

(Imagen: www.aztecanoticias.com.

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Del amplio espectro que encierra la palabra «amistad».

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(Por Clara Olivares)

Por lo general, esta palabra no significa lo mismo para todas las personas.

Por eso creo que es importante tener en cuenta este punto cuando se esperan determinadas cosas de la persona a la cual consideramos amiga.

Soy consciente de que, en la mayoría de las ocasiones, se da por sentado que el otro está en la misma frecuencia que uno y, desafortunadamente, no suele ser así.

De ahí la necesidad de indagar si las dos personas están hablando de lo mismo cuando se toca el tema de la amistad (o del amor).

El abanico que se abre ante nuestros ojos cuando expresamos que alguien es nuestro amigo, es bastante ámplio.

Puede tratarse de una persona con la que salimos una vez al año a tomar una copa o a cenar, o, a aquella a la que le contamos nuestros secretos más íntimos.

Es decir, que existen diferentes clases o tipos de amistades.

Creo que los malos entendidos sobrevienen cuando metemos en el mismo saco a todas las personas a las que llamamos «amigas».

Existen grados de compromiso, en otras palabras, con el/ amig@ que sólo quedamos para tomar un copa de vez en cuando, probablemente no exista el mismo grado de compromiso que con la persona a la que voy a cuidar cuando se enferma.

Cuando irrumpe en la relación un compromiso, es decir, cuando se establece un «quid pro quo» (reciprocidad), en un terreno equis, cada un@ se compromete con el otro a responder de la misma forma que él lo haría.

Por ejemplo, si el amigo está enfermo y vive solo, yo voy a cuidarle y a prepararle la comida; o, si está atravesando un duelo por una pérdida, el otro va a estar ahí acompañándole y consolándole, o, si está pasando por un momento difícil económicamente, miro si le puedo o no echar una mano.

No se esperará ni se exigirá el mismo comportamiento del amig@ con quién sólo quedo para ir a bailar.

Estos compromisos generalmente se establecen de forma tácita, pero si por una casualidad no se hacen tácitos, entonces hay que explicitarlos de forma que se oficialicen.

El terreno amoroso opera de la misma forma. La amistad y el amor vienen a ser manifestaciones diferentes del mismo sentimiento.

Sin embargo, nunca dejamos de sorprendernos con los comportamientos de la gente. Por ejemplo, alguien al que considerábamos un amigo a secas, con el que compartíamos pocas cosas, de pronto tiene un gesto de cercanía y bondad que nos deja anonadados y gratamente sorprendidos.

Ahora hablaré de los puntos en los que, según mi parecer, se apoya una verdadera amistad.

Ésta de apoya sobre tres patas: la incondicionalidad, un «estar ahí» y por último en esos gestos que le transmiten a la otra persona que ella está presente en su vida cotidiana.

A que me refiero con cada punto:

Incondicionalidad: viene a traducirse por un «puedes contar conmigo» para lo que precises, dentro de las limitaciones que cada uno tiene, por supuesto. Sería como decirle al otro que «estaré contigo cada vez que lo necesites o que yo perciba que lo necesitas».

Estar ahí: significaría que el amig@ estará a mi lado cuando yo esté atravesando un momento difícil en mi vida, o, cuando tenga una alegría. «En las buenas y en las malas», cómo reza el dicho.

Me alegraré por tí si tienes un proyecto nuevo, o, si tienes un reconocimiento en tu trabajo, o, si te ganas la lotería, etc., etc.

El sentir que el amig@ está presente para el otro en su vida cotidiana, ¿cómo?, a través de pequeños gestos, que le manifiestan al otro que éste forma parte de su vida.

Un ejemplo simple de este punto sería el siguiente: un día voy por la calle y me encuentro una pastelería que vende un exquisito pastel de chocolate. En ese instante pienso que a mi amig@ le fascina el chocolate, así que entro y le compro un trocito para regalárselo.

Lo que va tejiendo el tapiz de una relación, son esos pequeños gestos y el paso del tiempo.

Es muy difícil que una relación se construya de un día para el otro. Únicamente el tiempo permite crear una historia hecha de momentos, gestos, comportamientos que terminan por confirmar (o no) que se posee un amig@.

El tema hace que se me vengan a la cabeza varios dichos populares, como: «quien tiene un amigo, tiene un tesoro», o, «hecho son amores y no buenas razones», por nombrar solo dos.

Estoy completamente de acuerdo en que si uno posee un solo amig@ verdadero en la vida, ya puede considerarse alguien muy afortunado.

Menciono el siguiente dicho, ya que, solemos hacer más caso a las palabras que a los hechos. Y son éstos últimos los que permiten constatar y sopesar quién es un buen amig@ y quién no lo es.

Otros aspectos de índole fundamental en este tema y a los que he decidido dedicarles un espacio aparte, serían, la ausencia de un juicio y la capacidad para decir las cosas.

Un amig@ de verdad es aquel que no suele emitir juicios de valor gratuitos sobre lo que hace, piensa o siente la otra persona. En otras palabras, acepta a su amig@ como es.

Puede no estar de acuerdo pero no por eso deja de apoyarle. Acepta las extravagancias que tiene la otra persona, porque sabe que él también las posee.

En el terreno de la amistad se suele ser más tolerante con los defectos que en el del amor. Aceptamos mejor las debilidades del amigo que las de la pareja.

Tanto en el amor como en la amistad, la relación llega a convertirse en una pertenencia sobre la cual nos apoyamos y que sustenta nuestra identidad.

Llega a convertirse en un lugar en el cual nos refugiamos cuando el resto del mundo es duro y áspero.

Curiosamente en la amistad suelen recrearse los mismos conflictos que se tuvieron en el núcleo familiar con los hermanos. Campan las mismas pasiones que se sentían en el pasado: celos, envidias, competividad, etc. por nombrar sólo algunas.

Pero volviendo al punto que estaba tratando, el amig@ le dice al otro cuando se equivoca o cuando ha metido la pata. Precisamente se lo puede decir porque se ha creado una base que lo permite y segundo porque, aunque sea más cómodo mirar para otro lado, le muestra su equivocación aunque no siempre le resulte fácil hacerlo.

Es gracias a las relaciones verdaderas que se crece como persona y se madura. Éstas nos enfrentan a nuestros demonios y nos hacen mirar los aspectos que menos nos gustan de nosotros mismos.

Dicho de otro modo, nos colocan enfrente un espejo en el cual vemos nuestro reflejo. Reflejamos lo bello y también lo menos bello de nosotros mismos, incluso aquello que no queremos ver.

Cuando tenemos el privilegio de contar con una relación de este tipo en nuestra vida, es indispensable que la cuidemos y la mimemos con nuestro cariño, si no se morirá como una planta a la que no se la riega ni se le quitan las hojas muertas.

Lo que puede llegar a estructurar y a sostener un buen amigo es inapreciable, así que invito a la gente que me lee a que mire más de cerca a los que tiene a su alrededor y descubra a aquellas personas que aún no ha visto y valore la riqueza que posee.

En mi próximo artículo hablaré sobre el miedo que produce sentirse y ser una persona vulnerable.

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