Por Clara Olivares
La empatía se define como «la habilidad cognitiva de una persona para comprender el universo emocional de otra».
definición.es
Y la RAE la describe como:
1. Sentimiento de identificación con algo o alguien.
2. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos
La clave para asimilar el alcance de este concepto es la palabra comprender. Ésta implica, no sólamente entender algo, sino penetrarlo, asirlo, identificarse con el otro, en otras palabras, situarse en su lugar.
Por eso muchas veces se ha utilizado la imagen de «ponerse en los zapatos de alguien» para escenificar la empatía.
Para poder ser empático es necesario desplazar nuestro centro de atención, de uno mismo, al otro, y preguntarse: ¿Cómo sería estar en esa situación? Desde su óptica, ¿como se mira? y ¿cómo se siente?
Mientras no realicemos ese ejercicio será muy difícil que empaticemos con otra persona.
También es importante que dejemos de lado las ideas preconcebidas y los prejuicios.
Mientras continuemos emitiendo un juicio sobre la actuación de ese individuo será muy complicado que nos pongamos en su lugar.
Tendremos que hacer un esfuerzo para conseguir que nosotros mismos dejemos de ser el centro. Por eso a muchas personas les resulta tan difícil ser empáticas.
Así mismo deberíamos huír de la banalización, es decir, de restarle importancia a lo que nos cuenta el otro. En otras palabras, evitemos convertir la situación de él/ella en algo corriente y anodino.
Recordemos que para quien lo vive no es así, aunque nos parezca lo contrario, y es por esa razón precisamente que merece todo nuestro respeto.
Otro punto a tener en cuenta es, no cuestionar la actuación o la decisión de ese otro. Si nos tomamos el tiempo necesario, llegaremos a descubrir el por qué lo hizo. Seguramente hubo una razón de peso para esa persona que le llevó a elegir esa opción y no otra.
Tampoco es recomendable enumerarle una serie de casos similares con final feliz, por ejemplo, «eso no es nada, a fulanito o, a mí, nos pasó lo mismo y salimos adelante». Eso no la ve a ayudar, preguntémonos si no es nuestro propio temor el que está hablando a través de nuestra boca.
Si lo hacemos lo más seguro es que se enfade con nosotros, ya que, en realidad, no le estamos escuchando.
Y eso el otro lo siente.
La empatía se desarrolla, es algo que se aprende. Quizás la única condición para que sea eficaz es que sintamos de verdad lo que estamos diciendo.
No llegaremos a conectar con otra persona si decimos frases o palabras que en realidad no sentimos. En ese caso, es mejor no decir nada.
Lo mismo se aplica a una muestra de afecto como un abrazo o un beso. Si no lo sentimos será un gesto vacío.
Si le decimos a alguien: «lo siento mucho» es porque de verdad nos produce pena la situación por la que está pasando.
Las frases hechas del tipo: «estoy contigo», «cómo te comprendo», «saldrás adelante», etc. No consuelan si no están acompañadas de nuestro sentir.
Basta con asistir a un entierro para constatarlo, nos daremos cuenta inmediatamente de quién da el pésame sintiéndolo y quien lo hace sólo para quedar bien.
Mostrar una falsa compasión se detecta rápidamente.
En mi próximo artículo hablaré sobre la gran importancia que encierra un gesto.
(Imagen: www.paraemocionarse.wordpress.com)