La susceptabilidad

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Por Clara Olivares

 Para quienes son susceptibles en extremo, la vida, y en especial, la convivencia con el otro, puede resultarles en algunos momentos difícil. ¡Y ni que decir para los que viven con ellos!

Hay que extremar el cuidado en el momento de decirles algo, ya que se teme que lo dicho les ofenda y, en consecuencia se enfaden.

¿Qué caracteriza a estas personas? El rasgo más evidente es, por supuesto, que son muy fáciles de ofender.

Suelen ser personas frágiles emocionalmente y por lo general, con una baja autoestima.

Necesitan la atención del otro y la suelen buscar constantemente de manera inconsciente, están convencidos de que el mundo habla de ellos en todo momento.

Su falta de seguridad hace que sean muy exigentes con ellos mismos.

No es fácil que reconozcan sus errores y sus fallos.

Cuando les hacen halagos, los ignoran, y suelen desconfiar de quienes los hacen.

Por lo general, su capacidad de escucha no está muy desarrollada.

Buscan la aprobación de los demás con cada una de sus actuaciones. La necesitan de forma desesperada.

La aprobación deseada es una necesidad vital, pero lo triste es que por muchas veces que los aprueben y les hagan saber que son valiosos, nunca es suficiente porque no terminan de creérselo. Sólo en la medida en que vayan reforzando su autoestima esta necesidad se irá atenuando, hasta desaparecer.

Este tipo de personalidades se forjan en el seno de familias cuya educación es muy estricta o muy laxa, en donde no se suelen premiar las cosas positivas, y, en cambio se castigan con dureza los errores.

Esta particularidad hace que se sientan cuestionadas en todo momento.

Todo ésto favorece el hecho de que les resulte muy difícil relajarse y disfrutar.

La susceptibilidad está íntimamente ligada a una baja autoestima.

Es deseable que este tipo de personas inicien un trabajo personal en el cuál aprendan a desarrollar varias estrategias que les ayudarán a ser menos susceptibles, como por ejemplo:

  • Reducir la autocrítica y la auto-exigencia. En la medida en que lo vayan consiguiendo se volverán más humanos y esto les hará más tolerantes (con ellos y con los otros).
  • En consecuencia, estarán en capacidad de reducir su nivel de perfeccionismo. Es importante que comiencen a apreciar la diferencia que existe entre “hacer las cosas lo mejor que uno puede” y “hacerlas perfectas”. Es más, la perfección no existe.
  • Fomentar el auto-conocimiento: aprender que todos tenemos cualidades y defectos. Y a los dos hay que tratarlos con respeto.
  • En la medida en que su autoestima aumente, su susceptibilidad disminuirá.

No hay que olvidar jamás que este aprendizaje es un proceso, sólo se aprecian sus beneficios con el tiempo. Si no se contempla desde esta perspectiva es difícil que se consigan resultados.

En mi próximo artículo hablaré sobre una pregunta que nos podríamos hacer: ¿soy yo una persona vaga?

(Imagen: www.placasrojas.tv)

 

¿Por qué una persona necesita mentir?

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Por Clara Olivares

Diría que la principal razón por la que alguien miente es el miedo, ¿a qué?

Probablemente a no cumplir con las expectativas que se tiene de ell@s. O, las que ell@s creen que los demás tienen.

Esto no quiere decir que en un momento dado de su vida sí hubo alguien que esperaba tal o cual logro por su parte.

Depende de la manera en que esas expectativas fueron transmitidas, el daño causado varía. Si se dijeron de forma directa, la persona afectada probablemente no se vió atrapada en un doble mensaje: con la palabra te digo una cosa pero con mi lenguaje corporal te digo lo contrario. Es esta manera indirecta y retorcida la que causa un daño mayor.

Cualquier mensaje que se expresa con una descalificación afecta la autoestima de quien lo recibe. Máxime si se trata de un niño que aún no tiene formada una estructura psíquica sólida.

Éste suele tratarse de un comentario en apariencia inocuo e inocente pero que va cargado de veneno.

Ese alguien que se sintió desencantado le transmite al sujeto su frustración y su decepción.

No es de extrañar que el receptor de esa descalificación comience a mentir como una respuesta de supervivencia. Es decir, al mentir intenta ofrecer una imagen de sí mismo lo más parecida posible a la de alguien que sí sería aceptado y admirado.

Alguien que necesita mentir constantemente suele ser una persona con una baja autoestima.

Es como si se dijeran a sí mismos: «si me muestro tal y como soy, no voy a ser aceptado, así que mejor fabrico una imagen ideal de mí, una imagen que pienso que sí va a gustar, y, así, me aceptan«.

Estos seres poseen una fragilidad interior muy grande. Es como si su sustento psíquico se hubiera quedado a medio construir.

Necesitan causar admiración en sus seguidores, así que se crean otro yo. Uno más interesante, más atractivo, uno al que la gente llegue a amar.

Porque tristemente, muchos de ellos no se creen dignos de amor. Les resulta imposible creer que los puedan amar tal y como son.

Como en la mayoría de los casos, la problemática se inicia en la niñez con alguno de sus progenitores o con la persona que constituyó un referente identitario fuerte para ell@s.

Lo terrible de este recurso es que llegan a creer que ese otro yo inventado es real, hasta el punto de que éste llega a anular su verdadera personalidad.

Llegados a ese punto la confusión es tremenda. Entonces, ¿quién soy?

Y ya hemos visto que si una persona no puede contestar a esa pregunta, no pueden colocarse los cimientos sobre los cuales se construya la propia identidad.

Seguramente cuando la vida nos coloca cara a cara frente a esa pregunta tengamos una buena crísis.

¿Y si lo que descubrimos no nos gusta? ¿Seremos capaces de soportar esa imagen?

Si no llegamos a aceptarla vamos a tener más de un problema, eso seguro.

Aceptar que no somos seres extraordinarios, es más, que somos iguales a cualquiera, es el primer paso.

Una buena dosis de humildad no viene nada mal.

En el momento en que se descubre y se acepta quienes somos, se tiene un terreno firme y real del cual partir.

Este proceso no se hace de un día para otro, puede que no se sepa o que quizás se de cuenta de que es diferente a la persona que construyó para que le supliera.

Entonces ahí comienza la verdadera aventura: descubrir quién soy yo.

Me parece que ese descubrimiento nos llevará toda la vida… creo que es un camino que vale la pena recorrer.

Una estrategia que funciona muy bien para comenzar esa andadura es la de hacer bien lo que se me de bien hacer. Conseguir una excelencia profesional alrededor de la cual comenzar la construcción de una verdadera autoestima.

En mi próximo artículo hablaré sobre la cobardía.

(Imagen: www.oscarimorales.com)