Por Clara Olivares
Todo ser humano necesita ser confirmado por otro para poder construir su identidad.
Desafortunadamente uno necesita la confirmación de otro ser humano para existir. En este caso, la auto-confirmación no sirve de nada.
Confirmación significa la ratificación de tu mismidad como individuo. Es necesario que ese otro ratifique mediante la confirmación que tú eres tú y que tienes derecho a ser como eres.
Al confirmar a alguien se le está transmitiendo este mensaje: «te acepto tal y como eres y tienes derecho a ser así”.
El ideal es que, durante el período de formación de un ser humano (niñez y adolescencia) su entorno familiar y social le permita construir su propia identidad mediante la confirmación.
En un mundo perfecto este proceso se llevaría a cabo de manera satisfactoria y tendríamos personas con identidades sólidas.
Pero, la realidad nos muestra que no siempre suele ser así.
Es frecuente que nos topemos con individuos que están pidiendo confirmación, es decir, que necesitan la constatación permanente de que el otro le reconozca y le certifique como un ser valioso, inteligente, bueno, bello, etc. dependiendo del tipo de confirmación que éste necesite.
Hasta que la persona no compruebe por sí misma que es alguien con valores y cualidades que le hacen merecedor del aprecio y del respeto del entorno, ésta no dejará de demandar confirmación.
Lo que alguien necesita que le confirmen dependerá de la carencia que cada uno tenga, de esta forma la demanda que haga estará encaminada a confirmar aquello de lo que siente que carece.
Por ejemplo: una persona puede sentirse tremendamente insegura de su capacidad intelectual, creyendo firmemente que no posee las habilidades necesarias para que la consideren inteligente.
Necesitará comprobar una y otra vez que sí está capacitada. No importa el número de veces que su entorno le haya manifestado su error, lo importante es que ella SE CONVENZA A SÍ MISMA de que es cierto y se lo crea.
Mientras que esa persona no se convenza de que es capaz, demandará constantemente pruebas de ello a los otros.
Así encontramos individuos que les piden a su pareja, por ejemplo, pruebas constantes de su amor porque no se acaban de creer que sea merecedores de ese amor.
Lo paradójico es que nunca llegan a ser conscientes de lo que hacen. Solamente después de realizar un trabajo de auto-conocimiento profundo lo pueden hacer consciente.
Para las personas que están a su alrededor puede llegar a ser cansino, básicamente porque nunca acaban de ser suficientes las pruebas que les den.
Dejarán de pedir la confirmación de otro en el momento en que hayan construido una identidad sólida y ya no necesiten más pruebas.
Como suele ser una demanda inconsciente, terminan realizando actuaciones, más o menos estrafalarias, que a ojos de los que los observan desde fuera resultan chocantes.
Por ejemplo, pueden hacer patente una habilidad o un conocimiento en el momento menos oportuno para “lucirse” y poner de manifiesto que ellos son “mejores” que los demás.
Visto desde afuera puede llegar a ser irritante o patético. Lo que el otro puede percibir es un grito sordo para ser confirmado. Y, eso, provoca ternura cuando podemos mirar lo que subyace detrás de su actuación.
Todos hemos realizado actuaciones de esta índole en algún momento de nuestra vida, no se nos puede culpar por ello. Lo que sí me parece importante es que nos demos cuenta de lo que hacemos y la razón que nos impulsa a hacerlo.
Seguramente, cuando nos encontramos ante una situación que no acabamos de controlar del todo y ante la cual nos sentimos inseguros, es totalmente natural que busquemos confirmación de que nuestro desempeño es el correcto.
La diferencia es que necesitamos esa aprobación del entorno de manera puntual. Lo preocupante sería que esta necesidad estuviera presente en todas nuestras actuaciones cotidianas.
En mi próximo artículo hablaré sobre la tolerancia a la frustración.
(Imagen: www.es.123rf.com)