El antídoto contra el miedo: la creatividad

Dos cabezas

Por Clara Olivares

Este artículo nació después de leer una noticia en la prensa.

Ésta hablaba de la decisión que había tomado la directora de Yahoo de limitar el tele-trabajo, es decir, la modalidad que permitía al trabajador realizar su tarea en su propia casa y comunicase con la empresa de forma virtual.

Después de dar a luz y mantenerse físicamente alejada de la empresa, esta mujer comprueba que la creatividad se potencia con el contacto entre la gente. Dice que las «ideas nacen en los pasillos».

Lo que le ha llevado a implantar otra vez el modelo tradicional de trabajo: ir a la oficina dentro de un horario y luego volver a casa.

Esta noticia despertó mi curiosidad y me llevó a desplegar las antenas para captar mejor lo que está sucediendo en el mundo exterior.

Me he quedado horrorizada con lo que percibí: una parálisis generalizada a todos los niveles: intelectual, emocional e incluso físico.

Pensé que se podía tratar de una impresión exclusivamente mía, pero después de comentarlo con varias personas de mi entorno, constaté que éstas tenían la misma percepción. Notaban esta parálisis en las tripas.

Lo que me sorprendió es que todos sintieran que algo estaba pasando, se respiraba en el ambiente. Si todos percibimos lo mismo es que algo está sucediendo.

Y gracias al intercambio con todos ellos, he podido hacer una fotografía de la realidad y plasmarla en palabras.

Parece que la historia se vuelve a repetir una vez más: la situación actual la ha provocado el poder económico, probablemente apoyado y validado por el poder político.

¿Y qué es lo que busca el poder? Dominar, evidentemente.

La historia está plagada de períodos similares, no es algo nuevo. Ya ha sucedido antes. No creo que se trate de aprender de ella para no repetirla. Parece que a los humanos nos es muy difícil aprender en pellejo ajeno, como dicen en mi tierra.

Y ¿De qué estrategias se han valido?

Primero le han mostrado a la gente un espejismo de abundancia y de bienestar, haciéndoles creer que el período de bonanza era eterno. Te llamaban de los bancos ofreciéndote dinero, te tentaban con gastar y gastar, ya fuera en comidas, lujo o ropa, te decían que para qué te contentabas con una sola vivienda cuando podías tener dos o tres, etc., etc., etc.

Con tanto gasto, la gente se ha ido endeudando y empobrecido poco a poco, menos los poderosos que son cada vez más ricos.

Y como suele pasar, el espejismo deja de aparecer en el horizonte y emerge la cruda realidad:  tal bonanza era pasajera, tenía fecha de caducidad..

El globo se ha pinchado y se ha roto.

Mientras tanto los poderosos han hinchado sus bolsillos a costa del resto de la gente. Éstas no se han dado cuenta de que les han convertido en zombies, es decir, en seres que aparentemente están vivos pero que en su interior están muertos.

Aunque alcen su voz para protestar, jamás serán escuchados. Y entonces, enferman.

Esta situación me recuerda a la sociedad que retrataron Aldous Huxley, Boris Vian, Mijail Bulgákov, Kafka, y tantos otros.

Y cuando se llega a este punto, ¿qué hacer?

Me parece que es como si se enfrentaran dos fuerzas: una ascendente y otra descendente.

La segunda te chupa, te come y tira de tí para engullirte. Basta con pararse a escuchar el discurso que se mueve a nuestro alrededor: es derrotista, pesimista y abnegado.

Y lo más grave: aísla. Pareciera que como todos repiten lo mismo, es un fenómeno colectivo. Pero desafortunadamente, no es así.

Hablar de lo mismo no significa solidaridad, pertenencia o apoyo. Más bien es una actitud que lleva al aislamiento.

La otra fuerza, la que asciende, será la única que evite caer en el abismo.

Es cierto que supone un gasto de energía, y puede que, en ocasiones, resulte agotador.

Pero una vez que consigues llegar a ese punto en el que la atracción del agujero negro se neutraliza, la energía que te llena es tal que te permitirá subir por la antena que te conducirá a conectar con otros y gracias a su influjo podrás reinventarte.

Y es aquí cuando la creatividad entra en juego con toda su fuerza. El intercambio con otros fomenta la inventiva.

La inteligencia es una acto colectivo. Y nunca había estado tan de acuerdo con esta afirmación.

¿Cómo conjurar el miedo que lleva a la parálisis? Siendo creativo.

Y ¿cómo consigo serlo? Intercambiando con otras personas, saberes, experiencias, vivencias, conocimientos, la lista es enorme.

Deseo dar las Gracias a todas las personas que han contribuido a que este escrito se plasme.

La semana que viene hablaré sobre la vara de medir que usamos para evaluar al otro.

(Imagen: Sandra Gamarra)

Necesidad del otro: ¿un imposible?

(Por Clara Olivares)

Últimamente no dejo de pensar en si es posible o no vivir sin sentirse necesitado de otro, es decir, sobrevivir sin necesidades afectivas.

Por más que le doy vueltas y vueltas, llego al mismo punto: posible sí que es, desde luego. Pero la pregunta que se impone sería: ¿con qué calidad de vida emocional?

Cierto es que necesitar a otro significa dolor, sufrimiento y lágrimas. Pero también apoyo, cercanía, calor, mayor autoestima, alegría, humanidad, identidad.

Y la idea de padecer dolor asusta y mucho.

Si alguien confiesa abiertamente que necesita al otro, en especial ante sí mism@, se arriesga a sufrir si el otro no está. Y eso, es precisamente lo que nadie desea.

Curiosamente al escuchar las letras de los boleros o de los tangos, la mayoría de ellas hablan de un desamor, un abandono, un amor no correspondido, un despecho… resumiendo, cantan al dolor que produce amar y necesitar a otro.

En la mayoría de esas letras se llora la pérdida del amor de una pareja, pero hay algunos que hablan de la pérdida del amor de un amig@.

Y me atrevería a decir que en ambos casos el dolor que se siente es el mismo.

No dejo de cuestionarme el porqué a una persona le resulta tan difícil decirle a otra que la necesita.

Quizás exista esa creencia absurda de que la imagen de «debilidad» que se proyectaría de sí mism@ sería nefasta, con el agravante de que ese otro va a pensar que le tiene en su poder.

Y, creedme, nada está más lejos de la realidad.

Primero, en cuanto al tema de poder, soy yo quien le entrega o no al otro el poder. Y segundo, precisamente quien carece de vínculos afectivos es quien está más expuesto y es más frágil que aquél que tiene muchos.

Me pregunto si no nos hemos blindado afectivamente como una respuesta ante la imposibilidad de crear lazos afectivos verdaderos. Si una persona se repite constantemente que no necesita a nadie, es decir, que se basta a sí mism@, a lo mejor acaba por creérselo.

Sería interesante analizar de dónde proviene esta incapacidad.

Por un lado pienso que una causa puede ser lo que suelo llamar la «congelación del corazón».

Cuando un ser humano necesita el cariño, la confirmación, la protección, o el apoyo de las personas de su entorno, y por la razón que sea, éstas no se lo brindan, inconscientemente «congela» su corazón para no sentir el dolor que le produce el desgarro de constatar que están solos.

Puede que estos individuos sólamente busquen de forma inconsciente establecer relaciones de tipo contractual, de manera que se aseguren de entrada no volver a sentir el dolor de saberse solos.

Su incapacidad para crear lazos afectivos verdaderos provendría de la congelación de su corazón, pero como todo órgano que está congelado es susceptible de descongelarse (felizmente!).

Por otra parte está el discurso social, que pregona un mensaje en el que asegura que las únicas relaciones aceptables y deseables son las de tipo contractual.

La parte afectiva, llamada amor, cariño, ternura, etc. queda fuera, está descartada y «demodé».

En las relaciones contractuales es necesario que la parte afectiva no prime. Si fuera así, se crearían expectativas que no se van a cumplir jamás y generarían rabia y frustración.

Si a una persona jamás le han dicho que le necesitan y que es importante para alguien, ¿cómo se lo va a repetir más adelante a otro?

Puede que cuando se es adulto se comience a descubrir y a aprender que los vínculos afectivos ayudan a sobrellevar la existencia, que estructuran, que arropan y que constituyen un bien muy valioso.

Descubrirlos es muy agradable. Y lo más importante, se despertaría la consciencia de la importancia que tienen y de lo anémic@ que se vivió durante tantos años.

Comenzaría así el proceso de «descongelación» del corazón. Se aprende a que se puede empezar a querer y a confiar en otro y que éste no le va a abandonar.

Me parece importante tener presente que al trabajo se va a trabajar, no a hacer amigos, para hacerlos existen otros ámbitos.

Esto no quiere decir que dentro de un contexto laboral no pueda crearse una amistad que perdure en el tiempo y que sea valiosa para ambas partes.

La confusión viene cuando se establecen relaciones de amistad o amorosas basadas en las premisas que establece un contrato.

Son relaciones de índole diferente ya que aportan cosas distintas y se construyen sobre otras bases.

Las relaciones de tipo contractual, como su nombre lo indica, se basan en un contrato, es decir, en un intercambio de algo a cambio de algo. Por ejemplo, yo te acompaño al cine y tú me invitas a cenar, o, yo realizo un trabajo y tú me pagas por él. El tipo de relación que se establece se cumple en función al tipo de contrato que se ha pactado con la otra persona.

Si no se cumple la parte que estipula el contrato éste se rompe y, evidentemente la relación se acaba.

El punto que marca la diferencia entre una relación de tipo contractual y una que estructure y en la que una persona se puede apoyar, es el compromiso.

Paradójicamente, es sorprendente como han proliferado los lugares para encontrar una pareja. Y no hablo de un intercambio sexual, éste sí que es estrictamente de tipo contractual.

El ser humano busca, a veces de forma desesperada una pareja, probablemente debido a esa necesidad de poder contar de verdad con alguien.

En el compromiso por lo general hay una implicación emocional y un «quid pro quo» (reciprocidad), compromiso que se adquiere libremente.

En otros términos significaría que yo me comprometo a darle al otro lo mismo que él me ofrece. Por ejemplo, en el caso de la amistad si uno contrae una gripe y vive solo, el otro va a prepararle una sopita caliente, porque sabe que si fuera al contrario, la otra persona actuaría de la misma manera.

En el caso del amor sucede otro tanto de lo mismo.

Estos compromisos dan lugar a que se vayan creando pertenencias, las cuales van a contribuir a que un persona se estructure psíquicamente y en las que pueda apoyarse.

Y entre más pertenencias posea un individuo más libre será y más rico afectiva y psíquicamente será.

Repito, se puede vivir perfectamente con relaciones de tipo contractual exclusivamente, cada cual es libre de escoger lo que necesite.

Lo que planteo es que si cada vez más personas escogen estas relaciones, el empobrecimiento a nivel humano será mayor y esta carencia se verá reflejada a nivel social.

Espero no llegar a ser testigo de contemplar en la calle que alguien tropiece y caiga y nadie le socorra.

Como decían las compañeras de colegio cuando era pequeña: «todo amor implica sufrimiento. Si no quieres sufrir no ames, pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?»

En el próximo artículo hablaré sobre la importancia de tener una parcela de intimidad.

(Imagen: www.loveit.pl)