(Por Clara Olivares)
Cuando estaba en el colegio, al finalizar un curso se puso de moda pedirle a las compañeras de clase que nos escribieran algo en un cuaderno a modo de recuerdo.
Se me quedó grabado en la memoria uno de estos escritos: «todo amor implica sufrimiento, si no quieres sufrir, no ames. Pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?»
Ahora, de mayor, encuentro que estas palabras son mucho más que una simple máxima.
Amar es lo que le puede dar algún sentido a nuestra vida. Amar, no sólamente en pareja sino en todos los demás ámbitos de nuestra vida.
Como colofón a mis últimos artículos sobre el amor, hablaré sobre sus fases y sobre los puntos débiles que suele tener cada tipo.
Todos los amores, de pareja y/o amigos, atraviesan exactamente los mismos períodos: pasión o enamoramiento, desilusión y aceptación.
Durante la fase de pasión, «tenemos estrellitas en los ojos». Todo aquello que hace o dice la persona amada (o el amigo) es genial. No le encontramos defectos (y si los tiene, no los vemos) ni le hacemos ninguna crítica.
Sexualmente no descansamos (ni es nuestro deseo hacerlo). Pero como todo en esta vida, la pasión se acaba. Como sucede con el alka-seltzer, la efervescencia termina…
Y es en la fase de desilusión cuando muchas relaciones se rompen. A ambas personas se les «caen las escamas de los ojos» y ven al otro como es realmente.
A continuación hablaré sobre los puntos débiles que presenta cada tipo de amor en los dos miembros de la pareja. Tomo como ejemplo a una pareja conformada por un hombre y por una mujer pero las etapas por las que pasa cualquier tipo de relación son idénticas.
Se crea una mecánica de acción-reacción difícil de romper.
FIGURA DEL PADRE
– Se acentúan sus defectos, se vuelve autoritario y egoísta. Está de mal humor, y se convierte en una persona déspota. Lo único que le interesa es lo de él.
– Ante esto la mujer retira su apoyo y su dulzura.
– Él reacciona generalmente con escenas de celos, se muestra caprichoso y no acepta sus propios errores.
– El hombre se enerva ante las exigencias femeninas y se cansa de protegerla. A su vez, la mujer se vuelve extremamente crítica e intolerante ante las debilidades de su pareja.
– Ella tiene una profunda necesidad inconsciente de derribar el altar en el que subió a su idealizado compañero.
FIGURA DEL «MAGO»
– Este tipo de hombre hechiza a la mujer con su maneras seductoras mientras le chupa la savia. La vampiriza…
– En la etapa de desilusión, de pronto ella se da cuenta y es consciente de que siempre había escogido a este tipo de hombres y esto la horroriza.
– Surge entonces un conflicto interno: a ella se le rompe el corazón y al mismo tiempo es consciente de que perdió toda su voluntad y su independencia. La rabia y el dolor la colocan entre la espada y la pared.
– Este tipo de amor es el que causa la mayor desilusión.
– Si se trata de un aventurero que está de paso, el daño es menor ya que desaparece.
GUÍA ESPIRITUAL
– El intelectual es con frecuencia frío y avaro.
– Su imagen de bondad y sabiduría sólo la despliega ante su círculo de amistades.
– Presenta fuertes deficiencias sensuales y humanas.
– La mujer se siente utilizada como una colaboradora que únicamente recoge las migajas del saber de él.
– Él cree que ella no está a su mismo nivel y la menosprecia «dejándola» que sea su secretaria o su bibliotecaria, negándose a hacerla partícipe de lo vivo y lo esencial de su obra.
– La mujer se cansa de realizar estos trabajos humillantes y fatigosos de manera que para ella él pierde su aureola de misterio y superioridad.
– Es por la misma razón que ella se vuelve hipersensible y se rebela ante el abuso y la explotación por parte de él. Todo aquello que antes la fascinaba, ahora la enerva.
– Esta reacción hace que él no le perdone sus críticas y sienta que se le «escapó de las manos».
– Es un mal perdedor así que termina por refugiarse en su grupo de admirador@s.
– Es un hombre herido que busca inconscientemente la venganza.
– La mujer reacciona como una hija rebelde y obstinada. Piensa que él no le reconoce sus derechos y la importancia que ella tiene.
– El hombre se cansa de la reacción automática e infantil de ella, y ésto hace que pierda el control emocional ante sus exigencias de comprensión y le aleja su amor, volviéndose un hombre déspota.
– Lo más probable es que el salga a buscar en otras mujeres la confirmación de su virilidad.
EL DON JUAN
– Adolece de moral. Le falta caballerosidad y no es capaz de distinguir entre aquello que está bien de lo que no lo está.
– La mujer que ansía dominar despierta en él el deseo de huír.
– Ella le exige frecuentemente pruebas de su amor.
EL COMPAÑERO
– Deja que la mujer cargue sola con todo el peso de la responsabilidad de la relación.
– El hombre no mantiene sus promesas en el momento en que la situación se pone difícil.
– Sólo un amor muy arraigado permite que se supere la crísis.
– Para lograrlo, se impone un trabajo de los dos para resolver sus problemas como pareja.
EL HERMANO
– Se caracteriza por un gran egoísmo.
– A su vez, la mujer, buscando comprensión, descuida el aspecto físico y sensual de la pareja.
– Esta relación incompleta la hace estar descontenta y se aburre, en especial cuando constata que el hombre comprensivo del que se enamoró ya no existe.
– Él, a su vez, se centra únicamente en sus propios problemas.
EL HIJO
– Manifiesta una profunda ingratitud.
– La relación se vicia y sufre mutaciones: la dulzura se transforma en prepotencia, la comprensión en egoísmo y el valor que tenía la unión se convierte en rencor y hostilidad.
Me perece que todos hemos vivido una o varias de estas relaciones. Es irrelevante de qué tipo ha sido la que nos enamoró, lo importante es que haya madurado y, por lo tanto, haya mutado.
Como me decía mi terapéuta: «una relación es como llevar un cesto entre dos personas. Cada una de ellas sujeta una de las asas, pero son AMBAS los que depositan en él cosas». ¿Con qué deseamos llenar ese cesto?
En mi próximo artículo hablaré sobre la honestidad.
(Imagen:www.consciusconsumemetwork.tv.jpg)
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