Amores tipo compañero

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Por Clara Olivares

Creo que la evolución ideal de una pareja termina por desembocar en una relación de este tipo. Me parece que son pocos los afortunados que la establecen desde un inicio.

El compañero es alguien que comparte y que lucha.

Comparte no sólo sus sentimientos sino su ser. Es generoso en todos los ámbitos. Sabe dar…

Al hombre y a la mujer los concibe como seres iguales que comparten afinidades pero que, al mismo tiempo, pueden vivir su propia riqueza.

Para la mujer, su compañero es padre, hijo y amante. Para el hombre es igual, su compañera es a la vez madre, hija y amante.

Ésta es la relación de amor más positiva, fuerte y profunda.

Son tres los aspectos bajo los que se presenta este tipo de amor: El compañero de virtudes prácticas, el alma gemela y con el que se comparte una afinidad espiritual.

El compañero de virtudes prácticas puede ser un hombre mayor cuyas ambiciones materiales, sociales y espirituales ocupan un mismo nivel.

Éstos suelen ser enérgicos y activos. Saben afirmarse y consiguen labrarse una base sólida para la vida. Son personas muy capaces.

En su compañía, ella también enfrenta la vida valientemente y comparte las responsabilidades, sabiendo que él no tendrá exigencias absurdas.

Lo escogen mujeres alejadas del concepto de «mujer esclava». A su lado ésta desarrolla la abnegación y la valentía, juntos harán frente a los trances más duros de la vida. Permanecerá a su lado con una gran delicadeza de sentimientos.

Los antiguos creían que las almas eran creadas por parejas. Si no se encontraban en esta vida, lo harían después de la muerte.

Si tenían la suerte de encontrarse en vida, tendrían uniones felices. Ésto no quiere decir que su unión estuviera exenta de dificultades y crisis…

Los sabios dicen que el ser humano tiene que «pagar un alto precio por la felicidad» y, no están muy alejados de la realidad.

La felicidad, creo yo, tanto personal como en pareja, es un estado que se conquista. No es algo perenne y estático. Me parece que a lo largo de nuestra vida vivimos momentos felices que compensan con creces los sinsabores que plagan la existencia.

Constituyen pequeños destellos de luz en un mar de oscuridad.

Por último, los compañer@s con quienes compartimos una afinidad espiritual.

Este tipo de hombre refuerza en ambos la voluntad consciente de comprenderse y de ayudarse mútuamente a fin de ir construyendo una unión profunda y fuerte.

Supone una relación basada en la colaboración, lo problemas de la vida son abordados y buscan una solución entre los dos.

Al mismo tiempo esta unión respeta la personalidad de cada uno, la acepta y no pretende cambiarla. Por encima de las diferencias que puedan tener, siguen el camino trazado de acuerdo a un objetivo en común.

Las parejas que consiguen este tipo de relación viven una verdadera experiencia y su realidad cotidiana es muy positiva.

La mujer no padece y ni sufre la nostalgia de un «padre» o de un «héroe«, sabe que su compañero no dejará de protegerla y siempre le pedirá su colaboración.

En mi próximo artículo hablaré sobre las etapas del amor y el talón de Aquiles de cada tipo de amor.

(Imagen: www.eldiario.ecu)

 

Comunicación perversa (3)

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Por Clara Olivares

Antes de abordar el tema, considero que es necesario tener en cuenta algunos conceptos fundamentales de la comunicación.

Todo mensaje presenta dos aspectos: el contenido y la relación. El contenido hace referencia a la palabra, y la relación es todo lo que se comunica a través del lenguaje no verbal y que determina el tipo de vínculo que se crea entre ambas personas.

Por ejemplo, alguien puede decir «te quiero» mientras lee el periódico o mira para otro lado, o bien, acompañar la palabra con un beso. ¿Cuál de los dos casos confirmaría esa declaración?

Si el contenido y la definición de la relación concuerdan, es decir, ante una afirmación amorosa existe una expresión que la confirma, entonces no se crea confusión.

Es en el intercambio de la comunicación entre dos personas como se define el tipo de relación. La naturaleza de una relación queda condicionada por la valoración de los procesos comunicativos por parte de los interlocutores.

Todos los intercambios de comunicación son simétricos o complementarios en función del principio en el que están basados, así serán intercambios cimentados en la igualdad o en la complementariedad.

Por ejemplo, una madre con su hij@, o un jef@ con su emplead@, (complementaria) o dos amig@s, o compañeros de juego (simétrica).

Una relación puede ser simétrica en unos aspectos y complementaria en otros. Imaginemos una relación trabajador-patrón. En el aspecto laboral es una relación complementaria, pero si salen al campo de fútbol a jugar un partido, mientras juegan se transformará en una relación simétrica.

En el caso de la comunicación perversa se emiten mensajes contradictorios y simultáneos, es decir, se dice una cosa con la palabra y al mismo tiempo se niega lo dicho con el lenguaje no-verbal.

Ésta recibe el nombre de comunicación paradójica y el efecto que produce en el otro es la parálisis. Órdenes del tipo: «debes amarme, o, sé espontáneo», son en sí mismas una paradoja que impide una elección entre dos alternativas.

Si alguien ama a otra persona es porque lo desea, no porque se lo ordenan. Así mismo, si me imponen ser espontáneo, si intento serlo automáticamente dejo de serlo.

La persona en cuestión se encuentra ante una disyuntiva: ¿a quién creo? ¿A la persona que significa mucho para mí? o ¿le hago caso a mi percepción?.

En la mayoría de los casos, aparece este maltrato en el seno de una relación vital (bien sea amorosa, laboral, etc.). Ésto hace que para quien la sufre sea inasumible dudar de lo que esa persona dice, en consecuencia se piensa que quién está equivocad@ es él e irremediablemente se duda de la propia percepción.

¿Cómo pensar que una madre miente? o ¿que una pareja maltrata?

De esta forma se afianza la relación asimétrica entre ambas personas. No hay que olvidar que el perverso busca establecer una relación dominad@r-dominad@ basada en el poder y el dominio.

Pero volvamos a las estrategias que despliega.

Una de ellas es rechazar la comunicación directa: elude las preguntas directas, no nombra nada pero lo insinúa todo (levanta los hombros, suspira,…) de forma que la víctima se pregunte «¿qué habré hecho? o, ¿qué tendrá?. Como nada se habla claramente, lo reprochado puede ser cualquier cosa. Su comunicación verbal es escasa.

Niega la existencia del reproche y del conflicto, así paraliza a la víctima (es absurdo defenderse de algo que no existe).

Deforma el lenguaje: utiliza una voz monocorde, insulsa, ausente de cualquier tonalidad afectiva y por la que asoma el desprecio y la burla. Es muy importante abrir la escucha para detectar el tono y no quedarse en el contenido.

Utiliza mensajes vagos, imprecisos y contradictorios, como por ejemplo, «imposible!, o, ya debería ud. saberlo». Nunca va a explicar por qué es imposible ni qué es lo que debería saber.

También miente, es sarcástic@, se burla del otr@ y lo desprecia.

Suele descalificar constantemente, privando al otro de todas sus cualidades: «lo haces mal, eres inept@…»

También le fascina enfrentar a unos y otros sembrando cizaña, provoca celos y rivalidades mediante alusiones que siembran la duda: «¿No crees que fulano es así o asá?».

Así mismo, suele generar rumores falsos sobre el otr@ de forma tal que este último no pueda identificar su origen.

Por último, suelen ser dogmáticos e impositivos. La verdad es su privilegio, todo lo que no se acerque a su discurso no existe.

Como podréis comprobar, lo más prudente es alejarse de estos seres lo más rápidamente posible, y si esto no es posible, hay que neutralizarlos.

Recordad que con un pervers@ NO HAY CASO!!!! Descartad cualquier intento de salvarles… son casos perdidos.

A menos, claro, que por un milagro pudieran deprimirse y se volvieran human@s, sintiendo.

En mi próximo artículo hablaré sobre el valor terapéutico de la palabra.

(Imagen: www.estarguapas.com)

¿Por qué resultará tan difícil decir NO?

(Por Clara Olivares)

Muchas más veces de las que desearíamos, terminamos diciendo que , cuando en realidad lo que nos apetece es decir que no.

Es una dificultad generalizada: mujeres, hombres, padres, madres, amigos, etc. la padecemos.

¿Qué nos lleva a funcionar así? Me parece que un buen número de razones, pero me atrevería a afirmar que la principal está cimentada en la educación recibida.

Decir que no, al igual que manifestar el enfado, tienen muy mala prensa.

En el caso de las mujeres, podría tener que ver con la educación para complacer y para anteponer siempre las necesidades de otro a las propias. Y en el de los hombres, el hecho de negarse es visto como un acto de muy mala educación.

Tanto los unos como las otras fuimos «adiestrados» y «condicionados» como el perro de Pavlov (aquel al que cada vez que le presentaban un plato de comida sonaba una campanilla, de tal forma que cuando el perro escuchaba el sonido de la campanilla comenzaba a salivar) para decir siempre sí.

Lo curioso es que este «condicionamiento operante» se usa en las relaciones interpersonales más de lo que podemos imaginar. Sin duda, es muy efectivo.

¿Qué ha pasado? Que en la mayoría de los casos se termina por recurrir a la fabricación de una disculpa para salir airos@s.

No es un mal recurso ni muchos menos, el problema viene cuando no sabemos si el otro nos dice la verdad o no.

Evidentemente, existen personas que se aprovechan de eso. Suelen utilizar las palabras mágicas que funcionan como un ábrete sésamo: «necesito» y «tienes que«.

Saben perfectamente que la otra persona no va a negarse a su petición, y, abusan.

Y todos sabemos por experiencia propia que cuando alguien abusa de nosotros la rabia que genera ese abuso es enorme!

Una sociedad o una familia que no contempla la necesidad de establecer unos límites claros entre los individuos para garantizar una convivencia sin atropellos, llevará indefectiblemente al caos.

Cómo reza el dicho: «Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre».

En toda relación (pareja, paterno-filial, familiar, amigable, etc.), la ausencia de límites (bien sea por exceso o por defecto) siempre es nefasta. Decir  no, es establecer un límite entre el uno y el otro.

Significa marcar el lugar donde termina la libertad de una de las personas y comienza la libertad de la otra.

La ausencia o la poca claridad de límites causan en cualquier ser humano una angustia insoportable e insostenible.

Una persona necesita saber hasta dónde puede llegar. Cuando le marcan  un límite, la angustia cesa y puede comenzar a estructurarse como individuo.

El ejercicio de la autoridad es una forma de establecer límites.

Sin embargo, es muy importante señalar la enorme diferencia que existe entre autoridad (presencia de un límite) y autoritarismo (ausencia de un límite).

Desafortunadamente, se suelen confundir estos dos conceptos con demasiada frecuencia.

En mi próximo artículo propongo estrategias para decir que NO sin necesidad de negarse abiertamente.

(Imagen: www.fotolog.com)

Retorsión: una deuda con cobro diferido

(Por Clara Olivares)

¿Qué hace que una mujer se apodere de las tarjetas de crédito de su pareja y salga a gastar sin límites cuando ésta duerme la borrachera de la noche anterior?

¿O que un hombre se vuelva impotente al ceder ante la insistencia de su pareja para que describa cómo fueron sus relaciones sexuales con su ex-marido ?

Quizás están realizando actos de retorsión a sus parejas…

Nadie dijo que las relaciones interpersonales fueran fáciles… sobretodo las de pareja!

Con una frecuencia mayor de lo que nos imaginamos, se utiliza la retorsión para cobrar el daño que se ha recibido, pero sin que el otro sea consciente de que está «pagando» por algo que hizo.

El término significa: «Acción de devolver o inferir a uno el mismo daño o agravio que de él se ha recibido» y proviene del mundo jurídico. La diferencia radica en que se devuelve el agravio recibido en un terreno diferente  y sin que la otra persona se de cuenta.

¿Se puede evitar?

Se castiga al otro por algo que no le gusta, o, que le ha asustado, o, que le ha hecho sentir inseguridad… el abanico es amplio. El hecho de que se lleve a cabo el «cobro» en un terreno diferente, confunde al otro miembro de la pareja y hace que le sea difícil darse cuenta de lo que está sucediendo. El castigado no entiende de donde proviene lo que su pareja está haciendo y, como no se da cuenta, piensa que el problema radica en el otro y que las causas que lo motivan son otras bien distintas.

Lo que sucede con la retorsión es que se desvían los sentimientos de rabia e impotencia que han despertado las acciones del otro y se le hace pagar por ello, pero de forma indirecta.

Toda la ira y la frustración que alberga en su interior la vuelca para agredir al otro y hacerle daño. Así, gastando el dinero de su pareja «compensa» el agravio que ha padecido, o, volviéndose impotente castiga a su mujer por las prácticas sexuales que ella ha vivido con otra persona.

Si se les hace ver a las parejas que algunos de sus actuaciones con sus compañeros/as tienen que ver con la rabia que han acumulado en otros terrenos, la mayoría asentirá con la cabeza mientras escucha.

Darse cuenta de lo que hacemos permite evitar el mal trago que le hacemos pasar a la persona que queremos…

Existen otras vías menos agresivas para las dos personas que  compensan el daño… utilizándolas ya no es necesario realizar un «cobro diferido» mediante la retorsión.

En mi próxima entrega, hablaré de las estrategias que se pueden utilizar para mejorar la calidad de la relación!

(Imagen tomada de blogs.rpp.com)