
Por Clara Olivares
«El olfato (del latín olfactus) es el sentido encargado de detectar y procesar los olores. Es un quimiorreceptor en el que actúan como estimulante las partículas aromáticas u odoríferas desprendidas de los cuerpos volátiles, que ingresan por el epitelio olfatorio ubicado en la nariz, y son procesadas por el sistema olfativo.
La nariz humana distingue entre más de 10 000 aromas diferentes.
… Las sustancias odorantes son compuestos químicos volátiles transportados por el aire. Los objetos olorosos liberan a la atmósfera moléculas que percibimos al inspirar… El moco nasal acuoso transporta las moléculas aromáticas a los cilios con ayuda de proteínas fijadoras; los cilios transforman las señales químicas de los distintos aromas en respuestas eléctricas.
Las prolongaciones nerviosas de las células olfativas alcanzan el bulbo olfatorio a través de micro-orificios del cráneo, el bulbo es una porción anterior del cerebro que se ocupa de la percepción de los olores… La información llega primero al sistema límbico y al hipotálamo, regiones cerebrales ontogenéticamente muy antiguas responsables de las emociones, sentimientos, instintos e impulsos.. Por este motivo, los olores pueden modificar directamente nuestro comportamiento y las funciones corporales. Sólo más tarde parte de la información olorosa alcanza la corteza cerebral y se torna consciente.»
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Veamos cuál es la función del hipotálamo:
«Región responsable del control de la expresión fisiológica de la emoción… En la glándula del hipotálamo se reúnen un conjunto de sustancias químicas responsables de determinadas emociones que experimenta el ser humano… Por lo que se considera que en el hipotálamo se forman sustancias químicas que generan la rabia, la tristeza, la sensación amorosa, la satisfacción sexual, entre otros.»
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Es impresionante conocer los caminos que tiene que recorrer un olor hasta que somos conscientes de él y lo más alucinante de este proceso es que se realiza en milésimas de segundos.
Cuántas veces nos habrá pasado que, al percibir un olor, éste nos transporta inmediatamente a un lugar, a una persona, a una casa… y pensamos: «este olor me acaba de transportar a tal o cual época, o, volví a mi niñez».
Es realmente increíble la potencia que tiene un olor y la cantidad de recuerdos, imágenes, situaciones, etc. que despierta.
Un olor nos pone rápidamente en contacto con los sentimientos que éste nos despierta.
Y estos sentimientos, me parece que son los que provocan en nosotros aceptación o rechazo.
Es un mecanismo que se activa automáticamente y en el cual no tenemos prácticamente ninguna ingerencia.
Lo que me parece interesante es poder analizar todo lo que nos despierta un olor y cómo nos relacionamos con aquello.
¿Rechazo? ¿Asco? ¿Deseo?
Vivimos en una sociedad que se ha convertido en una en la que los olores, en especial los desagradables, no tienen cabida.
Los alimentos ya casi no huelen, están empaquetados de tal manera que se impide que desprendan un olor que, socialmente, se considera desagradable.
Y no hablemos del olor corporal…
La industria cosmética se empeña en que no olamos nuestro propio cuerpo o el de otro.
Por eso solemos perfumarnos.
Lo que me parece alarmante es que se primen únicamente los olores agradables, básicamente porque la realidad es que existen tanto los agradables como los desagradables.
Algunas cadenas comerciales descubrieron recientemente, por lo menos en España, esta relación y la han sabido explotar como un elemento más de marketing.
En este momento, muchas tiendas tienen su «propio olor perfumado». Este descubrimiento lo hicieron hace años los comerciantes norteamericanos y han aprendido a utilizarlo a la perfección.
Pero, ¿y qué pasa con nuestros propios olores?
El sudor, nuestra boca, piel, pelo, etc. poseen un olor propio. ¿Cómo lo vivimos? Nos avergüenza, nos deleita, nos perturba… hace poco han pasado en la televisión una serie que contaba como una reclusa de una prisión de mujeres crea un negocio de «bragas usadas», las vende y tiene éxito. Muchos clientes pagan por poseer ropa interior femenina usada, es decir con olor a «intimidad de mujer».
Me pareció interesante que ésta sea una serie norteamericana porque, para mí, ésta es la sociedad «sin malos olores» por antonomasia.
En relación a este tema, creo que hay dos componentes a tener en cuenta: el físico y el social.
Las sociedades por lo general determinan que olores se consideran agradables y cuáles no lo son. Y me parece que, a través de estos dictámenes se vehiculan otros factores de muy diversa índole.
En el plano físico, por un lado, existe un componente de rechazo o aceptación automático y por otro, uno que está firmemente ligado con las emociones.
Hay olores corporales que abren todas nuestras puertas físicas y otros que las cierran.
Creo que ambos son muy primarios, es decir, no pasan por una elaboración intelectual previa. Tanto los olores propios como los ajenos.
Y, este inagotable mundo no admite un juicio de valor para nadie.
Hay personas a las que les excita un olor, mientras que para otras, el mismo olor las repugna.
No me parece que se pueda determinar una clasificación de los olores aceptables de los que no lo son. Además, ¿quién los determina? y, ¿cuáles son los criterios que aplica?
En resumen, me parece que es un tema extremadamente personal y en el que no podremos emitir un juicio, básicamente porque no estaríamos autorizados moralmente para emitirlo.
La pregunta que me gustaría hacer sería: ¿Cuál es la relación que cada uno tiene con ellos?
En mi próximo artículo hablaré sobre los secretos.
(Imagen: www.wapa.pe)