Por Clara Olivares
«La renuncia es el acto jurídico unilateral por el cual el titular de un derecho abdica al mismo, sin beneficiario determinado». Wikipedia.
Esta definición desde el punto de vista jurídico, creo que aclara muy bien el término.
Hace referencia al acto de dejar de ser beneficiario de algo, sin explicar las razones que han llevado a ello.
Me atrevería a afirmar que son dos las circunstancias en las que una renuncia tiene lugar: la que viene dada por una decisión personal sin hechos precedentes que la motiven; y, la que un sinnúmero de circunstancias han llevado a ella.
En el primer caso, se decide abstenerse de algo, un privilegio, una relación, dinero, una herencia, etc. por múltiples razones de índole personal.
En el segundo caso, la cosa es más compleja.
Me explico. En algunas ocasiones un ser humano se haya en una situación en la que pierde cosas… salud, justicia, bienes, y se encuentra ante la realidad que constata esa pérdida.
Como dirían es España: ¿y eso cómo se come?
La primera reacción, por lo general, es que se niegue la evidencia. Máxime cuando esa pérdida representa una parte importante de nuestra identidad.
La negación no hace que el hecho desaparezca mágicamente, ¡ojalá!
Pasada esta fase, la cruda realidad continua estando presente, y, ésta, no la podemos seguir negando. Sería como intentar tapar el sol con las manos: es imposible.
Esta constatación da paso a una época de luto. Sí, me parece que es muy importante autorizarnos a vivir el dolor que nos causa la desaparición de eso que tuvimos y ya no está.
Seguramente nos provocará mucha rabia en un principio, luego vendrá la necesidad de llorar la pérdida. Es necesario y sano hacerlo.
No podemos desvincular a nuestro corazón de nuestra vida. Lo que sentimos está ahí.
Otra cosa es que lo podamos escuchar…
Llegados a este punto, nos encontramos ante dos caminos: seguimos furiosos con la vida y nos amargamos, o, aceptamos la situación.
No es fácil, que duda cabe, pero no tenemos alternativa si decidimos que no nos queremos amargar.
Imagino que a ésto se le llama madurez.
Se requiere una gran dósis de humildad… supone un bofetón para la omnipotencia. Finalmente comprobamos que no podemos con todo, la VIDA no se puede controlar.
En mi próximo artículo hablaré sobre la necesidad de tener un sueño en la vida.
(Imagen: www.mipequeniograndiario.blogspot.com)