El sarcasmo

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Por Clara Olivares

Un sarcasmo es una burla pesada, una ironía mordaz, un comentario hiriente que ofende o maltrata. …El sarcasmo, en este sentido, es una especie de ironía amarga, humillante y provocadora que, a veces, raya en el insulto. A menudo, un comentario sarcástico puede resultar cruel al punto de ofender y afectar al destinatario.

El sarcasmo sirve para menospreciar, poner en ridículo, manifestar desagrado  y despreciar a una determinada persona o cosa de manera directa o indirecta.

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O como reza el dicho popular: “tira la piedra y esconde la mano”.

No todas las personas usan el sarcasmo para expresar su rabia, quiero focalizar la atención en las personalidades narcisistas que lo suelen utilizar con frecuencia.

Por medio del sarcasmo el narcisista encubre su agresividad. La disfraza para que no parezca un ataque pero lo que busca es dañar a la otra persona.

Es un mecanismo odioso y agresivo. Ataca verbalmente y cuando el otro reacciona suele decir: “¡por qué te molestas si era una broma!”. Pero de broma no tiene nada…

El mensaje que se transmite a través del sarcasmo es que, el que lo utiliza, está enfadado/a pero es incapaz de decirlo abiertamente.

¿Por qué? Porque están muy preocupados/as en mantener una imagen impoluta de cara al exterior. Tienen de sí mismos una idea idealizada y temen profundamente que ésta se vea en entredicho.

Son personas que no se gustan a sí mismas y lo que hacen es proyectar en el otro su malestar.

Por eso, cuando ven que la imagen que han buscado mostrar en el exterior se ve amenazada, se encolerizan. Así, a través del sarcasmo, le roba al otro su autoestima, su valor como persona. Lo que pretende es destruirle, está muy enfadado/a y ataca.

Este tipo de personalidades buscan ser el centro de atención, y, cuando no es así, se aburren. Las hay que llegan a dormirse, por ejemplo, y no porque estén cansadas, evidentemente!

No se distinguen por ser empáticos. No creo que sean capaces de ponerse en los zapatos de otro por un instante. Al hacerlo, dejarían de ser el centro y, esa alternativa está fuera de discusión.

Con el sarcasmo ponen de relieve otra de sus características: la cobardía.

Son incapaces de enfrentar nada. Huyen e intentan que sea otro el que ponga la cara por él/ella.

Por lo general se mueven entre dos extremos: todo o nada. Conmigo o contra mí, amor/odio, blanco o negro. No existe el término medio, la maravillosa gama de los grises no existe para ellos. Poseen una deficiente capacidad para equilibrar sus sentimientos y calmarlos.

No hay que confundirlo con la ironía.

– Burla sutil y disimulada:
“hablaba con ironía cuando dijo que mi trabajo era muy interesante”.

– Tono burlón con que se dice.

– Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se expresa.

– Lo que sucede de forma inesperada y parece una burla del destino:
“ironías de la vida, decía que no se casaría nunca y ya lleva tres divorcios”

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La gran diferencia entre ellas es que con la ironía no se persigue dañar ni menospreciar al otro. Al contrario, es una forma elegante de hacerle ver a alguien aquello que éste no puede ver, por ejemplo.

Por eso la definición con la que encabezo este artículo habla de una “ironía mordaz”, es decir, se trata de una ironía que está envenenada.

En mi próximo artículo hablaré sobre la susceptibilidad.

(Imagen: www.taringa.net)

Manipulación: estrategia odiosa!

 

(Por Clara Olivares)

Como diría la Biblia: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».

¿Cuántos de nosotros no hemos utilizado ésta estrategia para conseguir lo que queremos?

Como decía en mi artículo de la semana pasada, decir que no sería faltar a la verdad.

Pero primero recordemos en qué consiste la manipulación: es utilizar a otros, (sin que ellos se den cuenta, por supuesto) para conseguir nuestros objetivos o para satisfacer nuestros deseos.

Nos valemos de distintas formas para ver satisfecho nuestro anhelo: desde desplegar una amplia sonrisa al tendero para que nos sirva su mejor pieza, hasta conseguir que el otro firme un acuerdo que en un principio rechazaba.

Por lo general, nos valemos siempre de las mismas maneras para llevar a cabo la manipulación: las mentiras o la seducción. En los casos que se está más cerca de la perversión que de la normalidad, ya hablamos de coacción o de amenazas. Pero ese es otro tema!

Las ventas y la publicidad están apoyadas en esta estrategia. Muchas veces nos hemos visto comprando algo que no necesitábamos, preguntándonos cuando llegamos a casa qué fue lo que nos llevó a tirar ese dinero de forma tan tonta!

Sobra decir, que los medios de comunicación son los reyes cuando de esta estrategia se trata.

Pero me estoy desviando del tema.

Lo que hace que esta estrategia resulte tan odiosa, es que nos sentimos utilizados, y esto, ya lo sabemos, genera muchísima rabia y resentimiento.

Es como si nos metieran un gol y no nos hayamos enterado de cómo ni dónde. La cara de tontos que se nos pone refleja a la perfección cómo nos estamos sintiendo.

Con este tema no puedo dejar de hablar de las personas pasivo-agresivas.

Ellas constituyen la élite de la manipulación. La película de Woody Allen «Anything Else», retrata a una pasivo-agresiva-perversona, de libro.

Su objetivo es el de controlar y/o dominar las respuestas y/o los comportamientos del otro en su propio beneficio.

Suele tratarse de personas, o bien, con una herida narcisista importante, o que sufren de un egoísmo pasmoso.

Como muchas de las cosas que hacemos en nuestra vida, actuamos así de forma consciente o inconsciente.

Creo que la imagen que mejor refleja a este tipo de persona es un titiritero. Es él quien dirige y maneja los movimientos de la marioneta (el otro) a través de los hilos que la sustentan.

De ahí sale la expresión popular «moviendo los hilos».

¿Cómo identificamos a un pasivo-agresivo?

A través de funcionamientos como, por ejemplo, la ambigüedad en su forma de hablar. Nunca se posiciona abiertamente ante nada ni ante nadie, o, nunca termina una frase que pueda comprometerle.

También con un «se me olvidó«, o, culpando a otro de su propio error, o, mostrando una ineficacia de forma intencionada: con suerte lo «hace tan mal» que no se lo volverán a pedir, o, tardando un siglo en arreglarse para la fiesta a la cual no deseaba ir, o, utilizando los sarcasmos, por poner varios ejemplos.

El punto central es que no expresa de manera abierta su hostilidad o su enfado y lo desvía para que no «parezca» jamás que está furios@, o, que no desea hacer algo, o, que no le gusta alguien. Disfraza su furia, para que ésta pase desapercibida.

Ya hemos visto que bonito no es y que, además, genera mucha agresividad en el otro.

Con el tiempo, acaba destruyendo las relaciones. Se ha acumulado tanto que ya no es posible una vuelta atrás.

¿Y cómo se puede salir de ese funcionamiento?

Renunciando a los beneficios que éste genera en primera instancia, y en segunda instancia, aprendiendo a pedir las cosas que necesita, desea o quiere de forma clara y directa, en otras palabras, adoptando una posición frente a la vida.

Si es el otro es que funciona así, la forma en que se corta de raíz su juego es destapándolo, es decir, mostrándole directamente qué es lo que está haciendo.

En mi artículo de la semana que viene hablaré del « El cuerpo, ese gran desconocido».

(Imagen: eumlugarosul.blogspot.com)