Por Clara Olivares
La honestidad (De latín honestĭtas, -ātis1 ) o también llamado honradez, es el valor de decir la verdad, ser decente, recatado, razonable, justo y honrado. Desde un punto de vista filosófico es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Se refiere a la cualidad con la cual se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e íntegra. Quien obra con honradez se caracterizará por la rectitud de ánimo, integridad con la cual procede en todo en lo que actúa, respetando por sobre todas las cosas las normas que se consideran como correctas y adecuadas en la comunidad en la cual vive.
Wikipedia
En otras palabras, ser consecuente.
Y en la mayoría de las ocasiones no lo conseguimos…
Fácil no resulta, ni mucho menos. Lo importante es no cejar en nuestro empeño.
Se supone que una persona madura es aquella en la que su manera de pensar, sentir y actuar es la misma.
Como reza el dicho: «obras son amores y no buenas razones«. Ya lo he dicho en otros artículos, las palabras se las lleva el viento, lo que cuenta y queda son los hechos.
Si conseguimos llegar a ser consecuentes y demostrar con hechos aquello que es lo correcto hacer, ya tenemos ganada la partida.
Otro tema es lo que nuestro corazón siente.
A veces, lo que deseamos hacer no es lo más adecuado ni lo más correcto.
Entonces, ¿seguimos el dictado de nuestro deseo, o no lo hacemos?
Este es el eterno dilema que se nos plantea.
Seguramente, todos nos hemos encontrado alguna vez en esa tesitura. ¿Qué hacer?
Personalmente, yo he seguido las indicaciones de mi corazón, y, me atrevería a decir que, siempre esta decisión me ha dejado en paz conmigo misma.
Imagino que cada persona tomará una decisión en función de la escala de valores que rija su vida. La cual no tiene que coincidir necesariamente con la nuestra.
Me parece que la honestidad la debemos aplicar, en primera instancia, con nosotros mismos. Dejemos de contarnos historias que tomamos como reales cuando no lo son.
Intentemos decir la verdad, aunque nos cueste. Pero también es cierto que también tenemos que ser muy ciudadosos para no dañar con nuestras palabras.
Es todo un arte, y como tal, requiere de un equilibrio para sopesar todas las variables y elegir aquella que es la más adecuada.
Para Confucio, la honestidad era uno de los valores y uno de los componentes de una personalidad saludable.
Esto implica un compromiso interno para respetar la verdad.
Así mismo, seremos bondadosos al no anteponer nuestro propio interés al de otros. Es decir, prevalecerá lo que es justo.
En mi próximo artículo hablaré sobre la fidelidad.
(Imagen: wwwr.reflexionesdiarias.wordpress.com)