Por Clara Olivares
La aceptación es un estado del espíritu que por lo general, nos cuesta conseguir.
Con ésto quiero decir que en la mayoría de los casos, suele haber una resistencia ante la nueva realidad que se dibuja en el horizonte.
Esta constatación no significa en ningún momento que no existan seres a los que les es más fácil adaptarse.
En muchas ocasiones se nos queda atragantada la nueva situación, impidiéndonos respirar y toser como si de un cuerpo extraño que se aloja en nuestra garganta se tratara. En los casos más difíciles, incluso nos ha llevado a la asfixia.
Aceptar la realidad de nuestro presente, requiere una buena dosis de humildad.
No de una falsa humildad. Es decir, de aquella que está revestida de una apariencia de mansedumbre, pero que en su interior alberga ira, rebeldía o lucha.
… Miguel de Cervantes dice en el famoso Diálogo de los Perros que «la humildad es la base y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea.» Opina así el príncipe de los ingenios que la modestia y la discreción mejora las demás virtudes y enriquece la personalidad.
El término humildad, como también lo dice la Real Academia se usa muchas veces en sentido peyorativo. Puede significar pertenecer a un hogar de recursos limitados, o incluso sumisión, dejadez o rendimiento.
Desde el punto de vista virtuoso, consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos. Del mismo modo, la humildad es opuesta a la soberbia, una persona humilde no es pretenciosa, interesada, ni egoísta como lo es una persona soberbia, quien se siente auto-suficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia.
Wikipedia
Como plantea la definición de Wikipedia, «… la aceptación de nuestras habilidades y nuestros defectos…» implica una visión desnuda, sin adornos de lo que somos.
En algunas ocasiones esta constatación resulta gratificante y, en otras, nos produce rechazo.
¿Cuál es la verdadera? ¿La que proviene de nuestra propia percepción, o, la que proviene del exterior?
Una combinación de las dos.
Aunque dos personas vivan idéntica realidad, la construcción y la vivencia que cada una haga sobre ella será distinta.
En teoría, deberíamos aceptarnos tal y como somos. Así mismo, es deseable que asumamos la situación vital que nos ha tocado en suerte. Puede tratarse de un pérdida, de un divorcio, de una bancarrota, de una enfermedad, etc.
Quizás ésta nos conduzca a rememorar situaciones pasadas dolorosas u olvidadas. Lo que constituye una verdad es que la realidad cambia, jamás permanece igual.
Ya he hablado de él en otras ocasiones, existe un adagio chino que reza así: «si estás abajo, no te preocupes demasiado; y si estás arriba, tampoco te alegres tanto. Recuerda que todo lo que sube, baja y todo lo que baja, sube»
La vida está hecha de ciclos, buenos y malos.
Es como una línea que oscila: unas veces está arriba y otras abajo, nunca es una línea recta.
En más de una ocasión nos hemos empeñado en aferrarnos a una relación, a una idea, o a una situación que en ese desesperado intento por retener, únicamente nos ha acarreado sufrimiento.
Aprender a soltar es una lección que deberíamos aprender muy pronto. Desafortunadamente, lo aprendemos cuando nos hayamos en una situación que nos obliga a hacerlo.
«Fluír»… recuerdo esa publicidad en la que aparecía Bruce Lee diciendo: «…be water my friend.» Me sonrío porque en eso precisamente consiste la vida.
Me parece que uno de los secretos de la felicidad se basa en ese principio. No resulta fácil ni evidente.
Pero si no aceptamos la propia realidad, nos va a resultar dura y pesada la existencia.
Imagino que para aquellas personas que creen en un dios les resultará más tolerable aceptar las injusticias y las desgracias; los ate@s lo tienen más complicado, les toca asumir la realidad a palo seco.
A veces resulta muy duro.
En mi próximo artículo hablaré sobre el sufrimiento.
(Imagen: www.ateuch.blogspot.com)