La tolerancia a la frustración

 

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Por Clara Olivares

La frustración es una respuesta emocional común a la oposición,  relacionada con la ira y la decepción,  que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual. Cuanto mayor es la obstrucción y la voluntad, mayor también será probablemente la frustración. La causa de la frustración puede ser interna o externa.

En las personas, la frustración interna puede surgir del conflicto y también puede ser una fuente interna de la frustración, cuando uno tiene objetivos contrapuestos que interfieran unos con otros, puede crear una disonancia cognitiva. Las causas externas de la frustración implican condiciones fuera de un individuo, como un camino bloqueado o una tarea difícil. Mientras que hacer frente a la frustración, algunas personas pueden participar en el comportamiento pasivo-agresivo, lo que hace difícil identificar las causas originales de su frustración, ya que las respuestas son indirectas. Una respuesta más directa, y común, es una propensión a la agresión.

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Como bien dice esta definición, la frustración aparece cuando nuestros deseos no se ven realizados, en otras palabras, cuando no se ve realizada nuestra propia voluntad.

Esta obstrucción genera rabia, aunque no en todos los casos se reacciona de la misma manera. La decepción me parece una reacción más sana.

Me explico: la rabia produce una descarga de adrenalina que no está favoreciendo la acción, al contrario, ese “chute” se revierte hacia nosotros mismos, y, lo único que provoca es mucho malestar.

El ritmo cardiaco se acelera y la presión sanguínea aumenta. No me extraña que a los enfermos del corazón se les ordene evitar situaciones en las que se puedan enfadar.

Este enfado en muchas especies se expresa a través de la expresión facial, el lenguaje corporal, la emisión de sonidos, mostrar los dientes o mirarse fijamente.

Recuerdo a alguien que cada vez que la misma persona le hacía fotos, literalmente “asesinaba” la cámara.

La respuesta natural ante una amenaza es el ataque o la huida. ¿Pero qué pasa cuando esa amenaza no es real?

Me refiero al caso al que he citado más arriba, ¿era ésta una amenaza¿ o ¿era vivida por esa persona como tal?

Ante este sentimiento de rabia y de decepción, ¿cómo reaccionamos?

Desafortunadamente, la educación que actualmente los padres dan a sus hijos (por lo menos en España) aboga por que los niños y los adolescentes vean satisfechas sus demandas de forma inmediata.

No se educa para que el sujeto vaya desarrollando un “umbral de frustración” sano y muy necesario para enfrentar la vida.

Estas personas crecen convencidas de que pueden satisfacer TODAS sus necesidades y expectativas de inmediato.

Nada mas alejado de la realidad.

La vida es un encadenamiento de frustraciones, que, si no sabemos encajarlas bien, nos lo harán pasar muy mal.

Si a una persona no le enseñan desde pequeña a manejar adecuadamente su frustración, saldrá al mundo exterior desnuda, sin armas para poder enfrentar los avatares de la vida.

El resultado puede ser el de criar a un tirano o el de crear un ser completamente desarmado y frágil que al menor embate de la realidad se derrumbe.

También nos podemos encontrar con personas amargadas y malhumoradas que siempre están enfadadas y que se muestran irritables y resentidas.

Sería interesante analizar las sociedades para poder observar como han sido educadas las diferentes poblaciones.

Recordemos que cuando la frustración es muy grande, la agresividad aumenta, inconscientemente, por supuesto.

Es una realidad que existen sociedades en que la situación social está tan desequilibrada que, precisamente ese desequilibrio es el que causa un mayor resentimiento.

Pero volvamos al individuo. Cuando éste adolece de unas expectativas internas que chocan con su realidad, poniendo en evidencia un desfase abrumador, generalmente en donde el sujeto no sale favorecido, y si además, no es consciente de ello, lo más seguro es que cargue con su ira sobre diferentes objetivos en el mundo exterior.

Charlando sobre el tema con varias colegas, éstas estaban asombradas al constatar cómo sujetos alrededor de los 30’s poseían un umbral a la frustración penosamente bajo.

¿Qué nos está mostrando este fenómeno? Tristemente, que es poco halagüeño.

Como digo más arriba, la vida es frustración (y deleite, por supuesto), pero sino sabemos encajar esta última, ¿cómo sobreviviremos sin convertirnos es seres frágiles e insoportables?

En mi próximo artículo hablaré sobre el desorden.

(Imagen:www.noticias.universa.cl)